miércoles, 9 de diciembre de 2015

Al horizonte



Miro al horizonte con ganas de alcanzarlo algún día y aunque sé que no puedo hacerlo, no cejo en mi empeño de al menos intentarlo.

Me gusta que, entonces, estés a mi lado mirando conmigo esa línea por donde se pone el sol. Porque en ese momento, tras el éxtasis del ocaso, podemos empezar a disfrutar de los reflejos que las estrellas nos brindan y de la luz de la luna que nos hechiza.

Y allí, no sé por qué, recuerdo cuando siendo niña soplaba con fuerzas para hacer pompas de jabón que, aunque eran efímeras, me producían una gran satisfacción. O las felices tardes de domingo manchando la cocina para hacer ese bizcocho que veía subir dentro del horno y desaparecer en cuanto salía.

Evoco cuando te abracé por primera vez y cómo tu calor quedó conmigo para siempre de tal forma, que sigo siendo capaz de notarlo cuando te pienso.

Reconozco a la primera una mirada llena de amor, una sonrisa de admiración sentida, una mano fuerte que me apoya, un oído atento a lo que me pasa y unas palabras escritas sin tinta que reflejan todo lo que llevas dentro. Porque veo más allá de lo que lo hacen los ojos.




Miro al horizonte sin distinguir nada delante de mí porque no quiero ver, sino solamente sentir muy dentro que lo que me pasa es parte de ese sueño que forjamos un día y que no quiero que nunca termine.




Caminar juntos a paso lento pero seguro, reírnos mirándonos a los ojos mientras sabemos lo que estamos pensando, besarnos las manos con un simple roce, navegar sobre olas que nos mecen, disfrutar del calor del astro rey que nos llena de energía, vivir juntos nuestra vida.

Anhelo seguir a tu lado cuando la existencia se haga más lenta, cuando tengamos por todo trabajo disfrutar esos regalos de vida, cuando el reloj esté de nuestra parte y cuando reciba un beso como premio a todo un largo paseo.


Porque, creas o no, al final de la vida se nos juzgará por el amor.













@Escritos

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Renacer de la nada

Siento el otoño entrar e instalarse.
Veo mudarse de vida las ramas
y mientras estas quedan desnudas,
veo llenarse de ocres la calzada.

El viento mece la polifonía de colores
queriendo alfombrar el suelo de trozos de vida agotada.
Pero como una dama recatada que se resiste a ser desnudada,
algunas hojas no quieren caer y siguen ondeando en su rama.

Rejas altas y puntiagudas como las lanzas de los guardias de corps que antaño pasearon por las calles, cuidan de intrusos el corazón de la tranquila ciudad.

Hileras de árboles que explican calladas qué es la perspectiva.
Trazos de líneas imaginarias hechas con informes volúmenes.

Y al fondo, el palacio; punto final de una larga vista encuadrada.
Piedras calladas que guardan historias mil veces plasmadas.
La vida de los nobles detrás de las ventanas.

Y donde comemos a la luz de las altas lámparas,
resuenan al cerrar los ojos los relinchos de la caballería
entre el colorido de las mantas y los penachos de los alabarderos,
mientras que la tahona da calor a la estancia.

Épocas antiguas que imaginamos por las piedras:
adoquines en el suelo,
fachadas sobrias en contraste con la riqueza de los arqueados patios interiores con rumor de aguas,
galerías abovedadas.

Mientras siento el color, el olor y el sabor de las épocas pasadas,
vivo mi vida a ritmo acelerado.
Pero no dejo de guardar en mi mente (en los ratos que le robo a las prisas),
las imágenes que invento,
las historias que imagino,
las vidas que me acompañan y me hablan.

Y me asomo curiosa a los jardines del XVIII entre los que el alma se tranquiliza al ritmo de un vagabundeo con sonido y luz de mediodía otoñal.
Porque huele a tierra y humo, a roble, a tilo, a castaño y a jara.
Y porque el agua de las fuentes te lleva a la época en que Saturno veía bañarse a Diana.

Plomo pintado de bronce,
estatuas de mármol blanco,
ocho cuadrados cristales en cada ventana,
marcos verdes de grandes estancias.
Siempre reflejo de vidas pasadas.




A veces somos hojas que cambiamos de estancia y, despistados, volamos hasta en el firme posarnos.
Otras somos el tronco que necesita despojarse del marrón sin vida que le quita fuerzas para volver a nacer de la nada.

martes, 17 de noviembre de 2015

Contigo



Confieso que a veces dudo.
Aunque sé que el sol sale irremediablemente todos los días, en ocasiones, cuando lo tapan las nubes, creo que se ha quedado dormido y no ha salido.

Aunque sé que las semillas van creciendo por debajo de la tierra, a veces miro al frente y solo veo un campo yermo y vacío.

Aunque sé que las semanas se construyen con días, los días con horas y las horas con minutos, a veces me parece que el tiempo se burla de mí, lanzándome un cuchillo. 




Confieso también que, la mayoría de las veces, he creído que vivir en un mundo feliz es posible. Porque a pesar de las zancadillas que te pone la vida, la búsqueda de la armonía te lleva a disfrutar de lo que consigues gracias a tu propia energía.

Pero a veces me canso, me cuesta levantar los pies, no puedo conocerme cuando me miro al espejo. Y necesito que me den la mano, que me dejen demostrar que también soy débil, recibir un abrazo y una palabra de aliento.


Entonces sé que, aunque haga frío, el sol sólo está escondido.
Que aunque hoy esté el campo yermo, mañana los brotes pintarán el suelo de verde vivo.
Que aunque el tiempo parezca detenido, la sangre corre por mis venas a la velocidad que le dan mis latidos.
Que la gente que me quiere tiene en su mente que de ellos depende un poco mi destino.

Un abrazo, una palabra, un beso, un desayuno compartido, ayudan a sentir la felicidad de sentirse querido, incluso en los momentos en los que parece que todo está perdido.





Para todos aquellos que en algún momento se sienten abatidos: siempre habrá alguien que dudará contigo.





@Escritos




martes, 27 de octubre de 2015

Feliz vida

 

Bajo la luz del último rayo del día leía ávidamente.

Las letras le transportaban a situaciones cuando menos emocionantes; luchas entre hermanos de sangre, amores ocultos bajo la sombra del pecado, temblores de almas sin respaldo, viajes llenos de fantásticas aventuras sin nombre...

Las palabras iban pasando sin descanso,
mientras los ojos permanecían cerrados. Porque se puede leer en un libro en blanco. Porque se pueden descubrir bellas historias en los detalles más rancios.



En un segundo cambió de libro al acordarse de quien le hizo vibrar con sintonías desafinadas.

De pequeño jugaba a buscar entre las nubes formas para dar vida a los personajes de sus cuentos inventados. Hablaba con las lagartijas y se extasiaba mirando largamente a los pájaros. Corría tras esas hojas que en otoño alfombran los campos. Salpicaba de colores las gotas de los pequeños charcos. Sentía la libertad del viento azotando su ánimo.

Fue creciendo y tuvo que conformarse con atarse a la realidad de la vida. Sin apenas darse cuenta, donde había juegos puso trabajo. Donde había alegría puso caras serias ante las responsabilidades que le caían. Donde había ilusiones puso dinero a montones. A los días le faltaban horas y a las semanas días, en los que esparcirse fuera la gran alegría. Y en su espalda, tanto empeño se fue transformando en una dura coraza anti-emoción sin el más mínimo resquicio.

Y hete aquí que de pronto, la vida le hizo un guiño digno del más grande de los mitos. Empezó a soñar despierto, a buscar entre las flores el lenguaje de los deseos, a querer ver en los rostros la felicidad del mundo nuevo, a disfrutar del aire limpio de una sonrisa sin dueño, a dejarse querer de nuevo como un niño, a caminar sin pensar en el cansancio, a vivir la pasión de querer sin condición.

Y no se sabe muy bien por qué, de pronto fue capaz de empezar a expresar lo que siempre estuvo preso y eso le enseñó a sentir como un huracán una mirada expresiva y sincera, un abrazo tranquilo y hasta la leve caricia de un beso que dura para siempre en el recuerdo.




Bajo el sol de primavera ella observaba en silencio a su alma gemela, que leía su biografía sin necesidad de una sola letra escrita en la novela de su vida.
Y sonrió.


¡Feliz vida!







@Escritos

viernes, 9 de octubre de 2015

Me gustaría



Me gustaría sentir contigo el otoño bajo mis pies descalzos.


El fresco aroma de la tierra húmeda en la mañana, antes de que el sol cumbre el cenit del mediodía.

La brisa suave que revuelve mi pelo sobre mi frente al mirar hacia atrás para ver cuánto camino hemos andado.

Los colores marrones y verdes tintados de ocres y de reflejos de sol que se marchitan.

Y andar contigo al lado hablando sin prisa, pintando sueños en la brisa y riéndonos al vernos de esa guisa.



Me gustaría haber sentido ese cariño que me trasmiten tus manos cuando me acaricias con aparente despiste.

Ese masaje tranquilo bajo mi cabello rizado que hace que mi mente se aleje del mundo y se acerque cada vez más a ti.

Que las palabras soñadas que sólo oía en mis fantasías, salieran de tu boca sin esfuerzos.

Que supieras que estando un rato contigo me olvido de esos fantasmas que me rondan de noche y de día.

Y sentir tu risa franca cuando me asusto hasta del batir de las alas de ese pequeñísimo pájaro brillante que se acurruca en tus manos.



Me gustaría sentarme contigo bajo el porche estrellado y ponerle nombre a cada lucero dorado.

Llamarlos de uno en uno para que entren en casa y que vayan adornando cada rincón de la estancia.

Sentarnos luego ante el fuego y contar las chispas que restallan sin vergüenza de explotar de algarabía.

Beber las mieles del amor que nos damos a la luz de un candil sombrío y al olor del incienso apagado.

Y sentirte entrar en mi cuerpo sin prisa por encontrarme, porque sabes que tengo para ti todo mi tiempo guardado.



Me gustaría que anoche me hubieras limpiado las lágrimas a besos. Que me hubieras abrazado y recorrido mi piel despacio regalándome tu tiempo y tu sueño, en vez de mirar a la ventana oscura. Que me hubieras transmitido esa ternura que sé que sientes, con una caricia a mi alma herida. Que hubieras recorrido con mucho cuidado la línea azul que me recuerda que soy vulnerable.


Me gustaría tenerte a mi lado de noche y de día.
Darte siempre mi amor y mi alegría.



Pero sé que estás lejos y por eso solo me gustaría.



Eres toda mi verdad



lunes, 5 de octubre de 2015

Generosidad



Siente el calor que te envuelve
como una fina manta en las tardes de otoño.

Siente la presencia que te acompaña
como una mano a la que agarrarte mientras paseas.

Siente ese aliento callado que te estremece
como las cosquillas que te hace un susurro en la oreja.

Siente esa canción que te embruja
como una parte de mí que te acompaña.

Siente el aire fresco que revuelve tu pelo
como si fuera mi mano que te acaricia.

Siente la pasión que no quieres que acabe
como la de las noches en el ruedo a la luz de la luna.

Siente el misterio que hay en esto
como el despertar de tu cuerpo por la mañana.

Siente el agua de lluvia que te empapa
como una ducha de gotas de palabras.

Siente el sudor que sin querer provocas
como pasa cuando tus manos simplemente me rozan.


Siente intensamente cada metro que andas, cada suspiro que das, cada minuto que pasa, cada sonrisa que recibes, cada esfuerzo que realizas, cada caricia que te transforma, cada calor que te abriga, cada palabra que te consuela.




Y siente que el mejor regalo que puedes disfrutar es compartir tu modo de ver el mundo.










@Escritos

jueves, 17 de septiembre de 2015

El pulpo

Me pediste que te trajera un pulpo de regalo.

- ¿Un pulpo?
- Sí, un pulpo
- Pero, ¿pulpo a la gallega?, ¿un pulpo para meterlo en una pecera?
- No, no. Un pulpo que me sirva de mascota. Para sacarlo de paseo.

Me tuve que meter en el agua fría, muy fría. Olas de más de 5 metros revolvían todo a mi alrededor y no era capaz de encontrar un pulpo que quisiera venirse conmigo hasta la arena.

Fuera silbaba el viento, caía la lluvia, el cielo estaba gris, nubes por todos lados, frío….mucho frío. Y yo, metida en el fondo de ese mar que se iba tranquilizando a medida que me iba internando más abajo y que notaba hasta calentito.

Despacio, buceaba buscando detrás de cada una de las rocas y dando voces: ¡¡pulpo, pulpooooooooooo!!

Hasta que apareció. Y logré convencerlo para venirse conmigo hasta tierra firme.

Al salir, no tenía ni frío. Sólo alegría por haber encontrado el pulpo que me pediste. Era gracioso verme caminar por el paseo marítimo con un pulpo a mi lado que, todo hay que decirlo, casi no sabía andar.

Al llegar al hotel, lo dejé jugando en la bañera, con el hilo musical y la calefacción puesta, mientras yo me iba a trabajar.

Y al volver, no estaba. Me contaron que vieron salir de mi habitación a un pulpo que decía que quería volver al mar, que le faltaba espacio en la bañera, que no oía cantar a las sirenas, que tenía calor, que era muy incómodo andar. Que quería volver a su hogar.

Yo lo había tratado bien, muy bien. Le di todo lo que un pulpo puede desear. Y sólo podía pensar lo que decía mi abuela en estos casos: de desagradecidos está el mundo lleno.

Hasta que alguien me dijo: si tú fueras un pulpo, ¿no querrías vivir en el mar?



Y de pronto, sonreí.


Y sigo sonriendo.







@Cuentos

lunes, 14 de septiembre de 2015

Paisajes desdibujados

Los paisajes desdibujados no tienen imperfecciones, porque nadie busca en ellos líneas definidas. En trozos de colores indeterminados, se unen montes con aguas y con cielos sin saber muy bien dónde acaba uno y empieza otro, si el azul es firmamento, o es parte del lago; si el reflejo es soto o es ilusión del ojo humano.

Todo asemeja un decorado teatral para obras bucólicas con una conjunción de cielos, tierras y aguas inalcanzable. Pero esta unión no esperada, luce como si fuera magia.

La tarde, los montes, el agua, las estaciones, el otoño, las praderas, los árboles, los animales, plasman su esencia y lo que sucede a su alrededor y nos lo dejan ver distinto en cada momento. Según la luz y el viento, según la lluvia, según el frío, según los ojos de nuestra alma.

Continuamente evocamos paisajes desdibujados de nuestra mente que vamos componiendo pacientemente, a veces con nostalgia, otras de muy buena gana y nos envuelven. Y la imagen que nos formamos a base de recuerdos tiene la virtud de hacerse a nuestro antojo: los recuerdos que componemos son como queremos que sean. Olvidamos las espinas de la rosa y potenciamos su color y su olor. Negamos el frío del agua gélida y reforzamos la sensación de tranquilidad de la zambullida.

A veces nos topamos con los paisajes desdibujados ya hechos. Nos los encontramos escritos y normalmente los leemos por casualidad. Cosas que nos pasaron, que sentimos, que vivimos, que experimentamos alguna vez y que alguien escribió sin que nosotros se lo contáramos. Situaciones que incluso habíamos olvidado y al leerlas nos vuelven a la memoria entre la añoranza y la felicidad de volver a vivirlas.

Y lo más común. La cotidianidad, sin ningún brillo adicional, es la que nos trae al recuerdo tiempos antiguos, amigos desaparecidos o situaciones pasadas. Paisajes desdibujados de nuestros tiempos felices o de nuestro llanto amargo.

Vendavales de sensaciones, ríos de hielo, hogueras de rojo fuego, panoramas de ausencias, muros de miedos, tierras de contradicciones, flores en invierno, viajes a los paisajes de la juventud, sombras de dudas, besos templados, voces sin eco, estrellas apagadas, actores acertados, mensajes delatores, ráfagas de olores, imagen de un millar de puestas de sol, un as guardado en la manga producen la visión, siquiera fugaz, de paisajes desdibujados.










@Escritos

lunes, 7 de septiembre de 2015

Protagonista de mi cuento



Con un movimiento certero, le doy la vuelta al reloj de arena a la voz de ¡preparados, listos, ya! Quiero escribirte un cuento de los que hacen historia. Y tengo que hacerlo antes de que se me acabe el tiempo.

Tengo enfrente una pared blanca, pero estoy viendo el amplio horizonte en el que los pájaros dibujan su satisfacción ante el vuelo y el profundo mar en el que los peces se desplazan bailando sin parar.

Mi mirada, profunda. Concentración desdibujada.

Busco sobre qué escribir y me acuerdo de mil y una historias que te gustan. Y de pronto, me doy cuenta de que mi mente está en otro mundo. En aquel lugar más allá de las estrellas en el que nacen los sueños y se hacen compañía entre ellos. Y veo pasar ante mí a los personajes más famosos del momento:

Un ciempiés bailarín que cada vez que practica un paso, pierde un zapato.

Una vaca alegre a la que no le gusta la lluvia porque se moja y se desdibuja.

Un ascensor que sube hacia abajo y baja hacia arriba.

Un coche que necesita acelgas para andar en vez de gasolina.

Una baraja de cartas en blanco.

Un amigo imaginario que no sabe cómo te llamas.

Una bufanda que no quita el frío.

Un reloj que se escapó de prisión para poder andar a su libre albedrío.

Un hada madrina con la varita estropeada.

Un dragón que no sabe echar fuego.

Un abecedario desordenado hecho de letras de colores.

Una tortuga que no quiere ir andando porque siempre llega tarde.

Un pulpo al que le gusta pasear y luego darse un baño de espuma.

Un pincel mágico que hace cuadros sin necesidad de manos.

Un castillo de arena que no se derrumba con el agua.



Pero ninguno quiere ser mi protagonista, porque un cuentista debe ser valiente para poner en el papel la parte más loca de su imaginación, y en estos momentos todo lo que se me ocurre es pensar que mi vida contigo en ella es el mejor de los cuentos.













@Cuentos

lunes, 31 de agosto de 2015

Mil llaves



¿Sabes?

Me electrizas, me reduces, me ciñes, me enciendes, me envuelves, me incendias, me apasionas, me conquistas, me diriges, me evades, me guías, me imbuyes, me inflamas, me renuevas, me cautivas, me deslumbras, me encrespas, me impresionas, me quemas, me rodeas, me tranquilizas, me despiertas, me excitas, me hipnotizas, me inquietas, me sitias, me condicionas, me enganchas, me perturbas, me sugestionas, me transportas, me emocionas, me expandes, me fortaleces, me liberas, me enamoras, me entuiasmas, me cercas, me enardeces, me alientas, me incitas, me levantas, me exaltas, me animas, me turbas, me embelesas, me reconfortas, me ubicas, me activas, me alegras, me atrapas, me esculpes, me iluminas, me inspiras, me calmas, me agradas, me arrebatas, me sosiegas, me conmueves, me atraes, me apresas…

¡¡Me encantas!!





Y por eso:

Te llamo, te palpo, te trato, te veo, te ambiciono, te invento, te amo, te siento, te quiero, te sueño, te deseo, te adoro, te ruego, te espero, te ansío, te admiro, te suspiro, te consiento, te estimo, te necesito, te invoco, te toco, te oigo, te reivindico, te busco, te gozo, te reclamo…







PD: Sin inspiración para escribir algo "elaborado", aunque eso no quiere decir que esto sea una acumulación de letras, porque cada una de las palabras aquí escritas está meditada y tiene su significado.










@Escritos

lunes, 20 de julio de 2015

Eres sol




Eres sol
y eres viento,
eres tiempo
y estancia


Soy tu mar,
tu brisa,
tu viento,
tu palpitar.


Si tú me adoras, yo te adoro, 
si tú lloras, yo lloro, 
si tú sientes, yo siento.

A veces, la vida va lenta, 
pero no para.


miércoles, 8 de julio de 2015

La orilla de la vida


A la orilla de mi vida veo las olas llegar.
Olas vivas de espuma blanca,
olas de susurros suaves y rítmicos,
olas empapadas de tiernos mensajes,
olas mágicas de sol y sal.

Y en la arena fina y blanca, grano a grano, descubro las miles de ilusiones que me han hecho avanzar.

El paisaje parece siempre igual: arena y olas caminando a la par. Pero si miras bien cada gota de agua es distinta, y cada pellizco de arena tiene su brillo y color.

Me gusta cómo juegan al escondite las olas, y cómo parece que ríen cuando, descansando de tanta agitación, mueren en la orilla para volver a esconderse de nuevo mar adentro.

Me propongo buscar entre la arena cada uno de los sueños perdidos que a la gente se le caen de los bolsillos y dejo que se cuele entre mis dedos el calor del sol encerrado en los pequeñísimos trozos de espejo, mientras mi pensamiento busca tu compañía.


Cuando el sol se va, reclamo tu presencia a la brisa que se levanta mientras mi mano distraída se dirige al pedacito de ternura que tallaste con besos en mi cuello.

Siempre que miro el horizonte te siento en el otro lado.

Y a veces oigo un susurro hecho de mil pedazos de silencios: Es la oración que el mar hace y que dura desde que te presiento, hasta que se me pierde tu aroma en mi pensamiento.










@Escritos

jueves, 25 de junio de 2015

Profundo y etéreo


Desde lo más profundo de mi pensamiento saltan y brincan -al ritmo de una música no demasiado movida- retazos de historias vividas. Con un simple gesto, el resorte de mi cabeza recupera esas vivencias dormidas.

Y no es que viva de recuerdos, porque el presente lo tengo bien cogido de la mano. Es que he entrenado a mi mente para que todo aquello que me hizo sentir, quede como fue en ese momento y solo pensarlo, me reviva la experiencia aletargada.


Observo, pienso, retomo, valoro.


Disfruto con las cosas inanimadas que saben hablar conmigo: las que me hacen apreciar la belleza de que existan, 

las que me transmiten todo lo que sintió el que las hizo, 
en las que leo el esfuerzo por sacar algo de lo más íntimo, 
las que procuran belleza como único objetivo.


Gozo de los seres que viven y no hablan un lenguaje inteligible: 
las plantas que me enseñan que vivir es sencillo, 
las aves que volando me describen un camino, 
los animales que se comportan como verdaderos amigos, 
el bosque entero que me habla de historias de cientos de años en cada uno de sus recónditos rincones.


Me gusta y me apasiona disfrutar de cada uno de los que se cruzan en mi camino: 
los que ni siquiera me miran pero forman parte del paisaje en el que yo vivo, 
los que sin haberlos visto nunca forman parte de mí porque así lo he decidido, 
los que están lejos pero viven conmigo,
los que me piensan cuando no les veo y descubren la magia de sentir conmigo.


Todo lo que recibo, todo lo que me dan, lo recibo y lo almaceno con etiquetas de colores. Porque nunca se sabe cuándo necesitaré echar mano de las experiencias que me dicen que VIVIR es lo más bonito.




Y cuando te veo mirarme con esos ojos y me dices: ¿ya estás soñando?, sonrío. 



Porque sé que sabes que lo que hago es airear un rato todo aquello que me hizo y me hace disfrutar, y que traigo para mi goce y para compartirlo contigo. 




Gracias por existir.



@Escritos

miércoles, 10 de junio de 2015

Otro regalo





Oigo colores




Veo canciones




Toco ternura




Huelo ilusiones




Saboreo tiempo 





Y todo, gracias a ti.











@Escritos

lunes, 8 de junio de 2015

Mi dragón

Es que no soy capaz de no quererte.


Vuelo hasta lo más alto del cielo buscando aires que se reflejen en las nubes.

Nado hasta el fondo del mar escudriñando en busca de peces de brillantes colores.

Camino hasta alcanzar la línea del horizonte.





Y no soy capaz de no quererte.





Cierro los ojos y oigo un saxo, con son lastimero, acunando mis pensamientos.

Alargo la mano intentando acariciar tus sentimientos.

Comparto mis horas con tu creación más perfecta.

Descubro en mi cuerpo la huella del paso del tiempo.




Y no soy capaz de no quererte.




Me regalas cada día un ramo de sonrisas, un collar de besos engarzados, un mensaje de amor sin condiciones. Y yo te guarezco bajo mi paraguas mágico que no deja pasar el agua hacia tu cara.

Te oigo, te pienso, te añoro, te busco, te siento, te leo, te invento, te obtengo….y no soy capaz de no quererte.








Ni quiero.










@Escritos

martes, 26 de mayo de 2015

Campanadas de alegría

Hoy sentí cómo en mi cama
Entrabas muy de mañana.

Mi pereza al levantarme
Me ha hecho quedarme acostada
Y despacio, despacito
Te acurrucaste a mi lado

Hoy un ángel me ha explicado
la alegría que le da hablarme.

Mi discurso no paraba,
mis ideas se atropellaban.
Al sol de la fría mañana
Disfruté de su compañía lejana.

Hoy la luna me ha preguntado
si estaba enamorada.

Mis risas le han contestado
Sin una sola palabra
Mi cara de felicidad indica
Lo que me sale del alma.

Hoy he sentido irse tu miedo
Y veré feliz tu cara

Te he notado cerca cada vez que respiraba
porque eres parte del aire que me rodea.
Y he sentido que eres tiempo que me quitas, para poder vivir contigo.

Hoy repicarán de júbilo las campanas. Porque celebran tu llegada.
Hoy me he dado cuenta de que te quiero y te seguiré queriendo.

Al despertar del día

Con aceite oloroso recorremos caminos insospechados para ambos unos días antes.

Despacio, como si no hubiera un mañana, mis dedos recorren tus ganas; y tus besos, contenidos hasta ahora, se escapan.

Te pido paciencia y no puedes dejar de atraer hacia ti mi alma.

Los sentidos estallan; el calor se abre paso entre las sábanas blancas; tu mirada me dice a gritos lo que antes callabas; mis suspiros se vuelven canciones acompasadas.

Luces tenues nos acompañan hasta el alba en que, agotados de tanto goce, la ternura se instala en nuestras espaldas.

Y recibimos el día con un "buenos días" disfrazado de despertar cuando resulta que aún no hemos dormido nada.


Vísteme con sonrisas pegadas a mi piel con invisiblas puntadas. Y entre tus labios y los míos no dejes ya ni un milímetro. Porque sé que tu abrazo me protegerá para siempre del frío de la madrugada.




Para ti, porque escribir es dejar huellas indelebles.








@Escritos

viernes, 8 de mayo de 2015

Auténtico

Tengo entre manos un sueño hecho de trozos de blanco cristal: signos de búsqueda activa de la naturalidad.

Guardo en mi pecho una carta con remite desconocido: ganas de aventuras prohibidas disfrazadas de olvido.

Recibo un regalo envuelto y coloreado con celofán: risas detrás de la pena y abrazos tiernos cuando el frío arrecia.

Soplo las velas de antaño que pasan sobre mi cabeza: viajes a tierras ignotas en busca de amores que me refrescan.


Y miro al cielo que me explica, sin decir nada, lo que por mi cabeza pasa.

El cielo se ha vestido de nubes; leves y muy quietas. Tanto que parece un lienzo a medio pintar porque se acabó la pintura blanca. En algunos lados parece haber un tul estirado; en otros, pequeños algodones apretados. Y en medio, el sol juega a seducir al que tiene enfrente escondiéndose sutilmente sin dejar nunca de verse.

Eso es lo que me gusta: juntar aquellas palabras que me ayudan a estar viva y que me recuerdan que lo que siento y he sentido hacen de mí el ser que tú has querido.

A veces pluma, a veces hierro.
Con un pie en la calle y el otro muy dentro.
A veces libre, a veces presa.
Un ojo en la ternura, otro en el más fuerte de los deseos.
A veces clara, a veces puro secreto.
Un labio en el mordisco, otro en el beso.

Y en la soledad de mi habitación, segura de lo que soy, no dejo de tener miedo de lo que dentro de mí encuentro. Porque cuando te tengo, me despojo de mis límites y dudas, rompo mis barreras y saco mi yo más puro. 









La autenticidad tiene su fruto, aunque a veces te queden marcas como los surcos que hace el arado en la tierra baldía.

@Escritos

lunes, 27 de abril de 2015

Mira arriba


Cuando me demuestras la ilusión con que me esperas, no puedo dejar de complacerte. 

Porque me cuesta tan poco hacerlo que sería cruel decepcionarte.

Simplemente pienso en ti y me salen a borbotones pensamientos divertidos, dulces y entretenidos:

Desde tañidos de campanas hasta muebles en exposición.
Desde aguas que salpican hasta sonidos que nos identifican.
Desde flores encerradas en grandes tarros de cristal hasta sentimientos guardados en cajas fuertes con combinación.
Desde explosiones de bailes de colores hasta besos cansados de buenas noches.

Me gustaría poder saber de qué manera demuestro que el abrir un corazón significa confianza. No es síntoma de debilidad, ni está reñido con la hombría: es compartir hasta la propia vida.

Por eso me gusta cuando me miras y me hablas con tranquilidad, cuando me pides que me calle con un beso, cuando me expresas con una sonrisa lo que ves a través de mis ojos, cuando callado comprendes que mi mente no está tranquila, cuando explota tu alegría y con los brazos abiertos dices al viento lo que tu alma sin palabras grita, cuando te cojo por detrás y te vuelves a darme un abrazo que me cobija, cuando me cuentas qué es lo que sentías mientras yo, con mi borrachera de amor, de pronto me creí sola y abandonada en medio de la gran ciudad.


Cuando, de puntillas, entro a tu habitación y te veo dormir tranquilo pienso en lo fácil que es para mí hacerte sentir querido.








@Escritos

lunes, 13 de abril de 2015

El vuelo

Una sola palabra tuya me da la vida.


Atardece y las sombras que se insinúan en las paredes blancas, se instalan rápidamente en mí. Por la mañana jugaba a esconder dulces momentos de placer entre tus sábanas, a imaginar tu sonrisa y tus tiernas palabras y ahora veo la bendición de ser capaz de volar tan alto, porque el aterrizaje siempre es prolongado.

Derrama sobre mi cuerpo las olas de tu mar; sopla tu viento de vida entre mis manos y mi pelo; refleja en mis pupilas la luz de tu admiración; navega con rumbo certero hacia la orilla de mis deseos. Cubre con tus besos mis penas y mis dichas. Entonces yo, me deleitaré sin descanso en el aprovechamiento de las esquinitas de tu boca, de tu oreja y de tu sonrisa. Porque, cada vez más, los grandes mundos se construyen con pequeños detalles.

Y aunque peque de ingenua, yo sé que esta vida nada es inútil; ni las palabras ni las sonrisas ni los sueños que prendo entre tu pijama. Porque no son simples gestos, sino la expresión certera del calor que de mañana siento cuando amanezco en tu cama.

No desgastemos el tiempo porque la vida no es infinita y no sé cuánto tiempo tendremos suficiente polvo mágico para tus alas y las mías. 



¡Ven!, juntos nos miraremos al espejo cogidos de la mano porque para ver un reflejo sublime no hace falta tener la cara más bonita sino solo tener el alma limpia.













@Escritos

Gracias por tu paciencia infinita



lunes, 6 de abril de 2015

Sueño escondido

Me he acostumbrado tanto a ti, que me dolería no tenerte a dos centímetros de mi cara por la mañana.

Me he acostumbrado tanto a ti, que no entiendo despertarme a media noche y no sentir tu respiración tras mi espalda.

Me he acostumbrado tanto a ti, que si no te tengo cerca veo tu cara a mi lado y siento tu mano que me agarra.



Porque estar contigo es como un paisaje de ríos y montañas: majestuoso, fresco y lleno de curvas definidas.

Es como una estampa de la playa: serena, con movimiento constante, y amplia de horizontes.

Es como una explosión de pétalos de distintos colores en armonía.

Es como sentirte observada por unos ojos que sólo te dicen cosas al alma.

Es como calmar la sed tras la batalla con la más fresca de las aguas.

Es como caminar bajo un cielo oscuro pero con la guía infalible y brillante de las estrellas lejanas.

Es como saber que nunca me voy a volver a sentir dolida y abandonada.

Es, en fin, como la vida que sueño cada noche cuando te pienso y, para que no se escape, lo escondo debajo de la almohada.





No sé si exagero, si es sano o bueno sentir como siento. No sé si soy una ilusa. Solo sé que, por ahora, me gusta esconder mi sueño. 





@Escritos




miércoles, 18 de marzo de 2015

El sapo aguador


Once upon a time (siempre me ha gustado esa frase), o lo que es lo mismo, érase una vez un sapo verde y azul.

El sapo (¿o era una rana?) quería ser un príncipe azul de esos que esperan a que las princesas de los cuentos les den un beso para transformarse en un hombre vestido con calzonas, jubones y sombreros con pluma a lo Robin Hood y que dice ser un príncipe, aunque nadie sabe de dónde.

Pero el hada Darabita, responsable del jardín donde vivía, le había encargado llenar una de las fuentes con el agua que salía incesantemente de su boca. Para ello tuvo que darle poderes mágicos, porque no era fácil que un sapo hiciera eso.

El sapo o la rana (no sé qué era, pero me viene mejor usar el masculino) estaba todo el día quieto, echando agua y sin poder decir ni esta boca es mía. Pero por la noche, cuando el jardín quedaba a oscuras, llegaba el momento del merecido descanso y entonces podía hablar, moverse, e incluso saltar dentro y fuera de la fuente.

Cuando la nocturnidad le amparaba y los demás le escuchaban era cuando se lamentaba de su suerte: de no poder ser un príncipe azul, de estar todo el día quieto, de no poder hablar con la gente y de tener que conformarse con echar agua por su boca de sol a sol.


Una noche, mientras saltaba y refunfuñaba y se quejaba sin parar, se cayó de boca y aunque se hizo daño no sufrió roturas. 

Pero a la mañana siguiente de su boca no salía agua. Por más que lo intentó el sapo (o la rana), nada de nada. Ni una gotita pequeña.

Darabita decidió dejarle a su suerte para darle una lección.

Como durante el día no podía moverse porque parecía que estaba pegado con pegamento al borde de la fuente, aunque no saliera nada de agua tenía que estar quieto y con la boca abierta. El caso es que durante tiempo y tiempo esperó inútilmente a que el agua saliera porque sí. Pero nada.

Pensando en su nueva situación se dio cuenta de la suerte que había tenido cuando podía echar agua por la boca y lo tonto que había sido lamentándose por no poder ser un príncipe azul.

Por la noche ya no protestaba por su suerte y aprendió a conformarse con lo que tenía.

Un día, el sapo verde y azul (era un sapo, sí. No era una rana) notó cómo una mujer daba vueltas a su alrededor y lo miraba haciéndole fotos y más fotos, a la vez que comentaba qué colores tan bonitos tenía el sapo y cómo le gustaba verlo quieto, con la boca abierta aunque no echara agua, porque le daba a la fuente un aspecto muy colorido y alegre.

Y acercando su boca a su oreja (¿tienen oreja los sapos?) le dijo: menos mal que no te has transformado en príncipe azul como todos los sapos de mi jardín. Aquí sí que puedo disfrutar de algo tan sencillo y a la vez tan espectacular como un sapo verde y azul.

Desde ese día, el sapo verde y azul aprendió a ser feliz con él mismo. Por la noche cantaba a las estrellas y reía alegrando a sus compañeros.


Y hay quien dice que aunque de día no se podía mover, en su boca se tatuó una sonrisa que hacía al que lo miraba, pensar en la felicidad.








En la vida, lo importante es estar a gusto con uno mismo.


@Darabita


lunes, 9 de marzo de 2015

Carpe Diem



Recuerdo aquellos días en los que mi magia de pacotilla lanzó al aire un conjuro de felicidad y se instaló en tu espalda.

Y recuerdo cómo la recorría despacio, haciendo cosquillas y en algunos puntos, con más fuerza, curaba tensiones del día a día.

Aires de fiesta, muchas palabras, tiempos de risas, ríos de plata.


Sentimientos sin sentido, si no tienen a su lado esa chispa de ilusión que nos levanta cada mañana: yo escucho campanas, veo reflejos en las ventanas, oigo tu voz cantarina y siento en mis manos la suavidad tranquilizadora de tus caricias en mi cara.


Nunca he querido poseer nada. Nunca he querido atrapar ningún alma. Sólo compartir lo que me hace feliz sin que tengan que encenderse alarmas. Porque darse al otro es vivir, es aunar esperanzas en el mañana, es buscar la felicidad del otro por encima de nuestras ganas.
Es cierto que mi vida es solo mía, pero sabe que sólo dando, puede estar viva.

Y no tengo miedo a seguir por donde venga el viento, porque no quiero comprender demasiado tarde que perdimos toda una vida, sólo por miedo o pereza a vivirla.

Hoy es el día.
El mañana no sabemos si existe.
El ayer se quedó atrás, y te enseña
que hay que aprovechar todo lo que aprendiste.




Espero, dentro de mucho tiempo, que al despertarte me digas:

soy tu mar,
tus colores,
tu música,
tu viento,
tu palpitar.





Todo esto después de mucho andar y andar, día a día.









@Escritos

martes, 3 de marzo de 2015

Margarita y la pantera


Cuenta una leyenda que, en un palacio árabe, tosco por fuera y lleno de ricos tesoros en su interior, una pantera negra como el azabache deambulaba con paso lento sin dejar de observar todo lo que había alrededor. Hasta el más mínimo ruido era controlado y aunque no viera nada, sabía lo que pasaba.



Margarita, reclinada entre mullidos cojines de satén, hace ya tiempo que no sabía si pensaba o soñaba.

El sol reflejaba la luz de su mirada como si sus ojos fueran los puntos de luz de la mañana. Pequeñas lágrimas hicieron brillar sentimientos dormidos, limpiando a la vez las cicatrices no curadas.

No se sabe muy bien por qué, rescató las imágenes que guardaba bajo siete llaves para, una vez más, imaginar cómo fueron esos días de búsqueda de felicidad mal enfocada: ponerle artificio al cuerpo; dormir en las mejores sábanas; engañarse a sí mismo diciendo que aquí no pasa nada, que lo único que hago es ser dueño de lo que me da la gana; sonreír a la cámara con el alma por ella destrozada.

Y leyendo una a una las palabras archivadas, recordó todo el silencio, todo el dolor, toda la rabia, y también todo el esfuerzo que, a veces sin querer, le hizo seguir con la cabeza alta.

Él se fue, pensando que así arreglaba lo que le atormentaba sin darse cuenta de que lo llevaba grapado al alma y por eso, fuera donde fuera, le acompañaba.



Con la música muy alta y la sonrisa pintada se descubrió bailando; primero sin mover sus pies, luego dando vueltas por la habitación engalanada.

La pantera la seguía con la mirada. Sabía que su lugar estaba por siempre a su lado porque, aunque ella no lo supiera, su error le había convertido en el guardián eterno de la margarita abandonada.



Ella ya no esperaba nada.


La magia de la vida consiste en dar vueltas, aunque llueva tras las ventanas.









@Escritos

martes, 24 de febrero de 2015

¿Y tú sabes qué soy?


Comienzo la mañana perezosa, buscando un hueco entre tus hombros. Un beso de buenos días en forma de rayo de sol se cuela entre las láminas de la persiana mientras, fuera, las nuevas flores alegran la brisa tras la ventana.

En mis quimeras te siento cerca. Oigo tu risa mientras me miras y huelo el aroma que te acaricia.

Si despierto y no te encuentro, vivo un momento de desconcierto que se pasa cuando pienso que en mis sueños te tengo preso. Porque soñar es libre; no se ciñe a ninguna norma.

Y mientras sueño, veo unirse los colores de las témperas a la vez que una extraña música me acuna. Recuento los granos de arena fina y no fuerzo a mi espíritu a que se explique ni defienda para no ser aplastada por el peso de mí misma.



Me gustaría dejar mis sueños a los que me siguen; hacer escaleras que no lleven a ninguna parte para llegar al cielo; tener la dicha de ver la mirada de esos ojos que esperan poder abrazarme; andar un camino que no tiene base ni techo porque solo es el destino; sentir el pánico que me provoca tener toda una vida por delante.



Porque después de todo, ¿qué soy, más que un sueño con los pies en el suelo?










@Escritos

viernes, 6 de febrero de 2015

¿Soñé?




Amanece y estoy a tu lado. He soñado que tus brazos me abrigaban en la madrugada, que tu boca me rozaba, que tu calor me traspasaba. Y he imaginado oír un susurro en mi oreja dormida que me decía un te quiero disimulado.

Sentí unas cosquillas imaginarias hechas con la yema de tus dedos sobre mi piel cansada, una respiración pausada que me miraba, un sinfín de luces de colores que me acompañaban, sonrisas dibujadas en el borde de la cama, pequeños silencios rodando bajo las sábanas.

Gocé de la paz que viene tras la batalla, volví a sentirme deseada, cacé al vuelo la música del ritmo que hacen dos cuerpos cuando se aman.

Me vi en un mundo de hadas y duendes, donde todo es magia y donde es sencillo ser la reina del amor mientras se aprende.

Paseé por un túnel del tiempo donde los segundos son más largos que un sonido lanzado al viento.

Fui capaz de contar, una a una, las estrellas que hay en el firmamento.



Desperté y deseé que cada noche volviera a empezar mi cuento.






Pero no sé si realmente todo esto ha sido un sueño, porque es lo que cada mañana, a tu lado, siento.










@Escritos

miércoles, 28 de enero de 2015

Ven



Ven.
Estoy aquí, sentada sobre la arena.

Dibujo un círculo que será nuestro mundo protegido.
¡¡entra!!

Te propongo dejar fuera los truenos
-esos que tanto te asustan-
las sombras, la ceniza y el frío;
las lágrimas tristes y el aullar del viento.

Caminaremos en círculos
como los niños que, por primera vez,
cogen sus manos para ahuyentar el miedo,
y descubren que la piel une más que las palabras.

Descubriremos que las cosquillas se esconden en los pliegues de la piel,
y que las caricias llegan más lejos de lo que el cuerpo siente.

Romperemos la monotonía
con un puñado de estrellas que iremos soltando,
una a una,
nombrándolas con apodos de seres mitológicos
mientras flotan a nuestro alrededor,
como si la noche sólo fuera un eterno atardecer.



Ven.
Estoy esperando que entres en mi mundo complejo,
ese que mira más allá de lo evidente,
que siente ternura por el que no es perfecto,
que usa amor para pintar de colores el negro.



Voy.
Porque cuando despierto rodeada de tu abrazo
siento que el mundo se alía con nosotros
para quitarme los miedos de un plumazo. 










@Escritos

lunes, 19 de enero de 2015

Gracias, sol

En un bosque de árboles frondosos, el sol intentaba pasar hacia el suelo colándose por entre las ramas de las copas más altas.

La trayectoria de los rayos de luz cambiaba con cada hoja mal puesta, con cada entramado de ramas que no se sabía a qué especie pertenecían, con cada racha de viento que soplaba y removía el verde.

Paisajes de luces y sombras que se tambalean sin remedio. Retazos de imágenes quietas que se unen en el movimiento.

Mientras los flechazos de sol intentaban hacer blanco en el suelo, abajo, ella paseaba sintiendo el cálido transitar de la mañana. Iba sola, despacio, con la cabeza puesta en sus cosas pero sin dejar de observar los mil y un detalles que le demostraban que el bosque es un lugar vivo. Que hay cosas que nacen, viven y mueren. Y en ese camino de vida, el desarrollo que alcancen depende del astro rey y de su incidencia en la semilla.

Pasos con el punto justo de velocidad y cadencia que le permitían avanzar sin llegar demasiado pronto.
Brazos que refugiaban su propio cuerpo al sentir la fresca brisa.
Sonrisas sinceras al pensar momentos de dicha.
Miradas con chispa que reflejan la alegría que siente sin buscarla.

Es un simple paseo por el bosque.
Es un simple recorrido por su mente.
Es un simple trayecto por el tiempo que va pasando y va afianzando lo que un día nació como un brote de hierba y hoy se ha convertido en un recio árbol que apoya la vida de lo que tiene alrededor.



El sol del amor que da sin esperar nada a cambio.
El amor del sol que calienta sin quemar lo que necesita su ardor para poder seguir viviendo.



¡Gracias sol!









@Escritos

lunes, 12 de enero de 2015

Mudanza

Amanece.

El sol está entrando por la ventana de forma oblicua, de abajo a arriba.

Desde dentro, aún en la cama, mira el techo blanco y las paredes pintadas en dos tonos de azul que proporcionan a la habitación una atmósfera mágica para relajarse y estar tranquila. Desde luego, había sido un acierto elegir esa pintura, que contrastaba con los muebles con acabado wengué.

Aquella había sido su última noche en aquella casa en la que tanto había disfrutado desde niña. 

Abajo, se oyen los ruidos de mamá y la abuela empaquetando las últimas cosas. Por su charla, parece que todo está listo: armarios, vajillas, cuadros, libros, música, adornos, ollas, ropa de cama...

Poco a poco van saliendo las cajas en fila, colocándose ordenadamente en los extremos del inmenso vehículo. ¡No lo podía creer! ¿Cabría toda una vida en sólo un camión?


Y no quería levantarse. En el momento en que lo hiciera, empezaría su salida de esa casa para siempre. No volvería a ver ese techo del que conocía hasta el mínimo dibujo de la pintura, esa lámpara que no podían llevarse porque era demasiado grande, esa puerta que la había preservado tantas veces del mundo exterior, esa ventana que le daba cada mañana los buenos días.

Cierto es que se iba a una gran casa en medio de la ciudad, con unas vistas preciosas al mar, y muy bien comunicada. Pero echaría mucho de menos aquella casona que le hablaba y que tenía, en cada rincón, una historia escondida.

El cambio de casa, que algunos consideraban estimulante y una nueva oportunidad de vida, a ella le hacía polvo el bolsillo de lo sentimental.

Se levantó por fin (porque no había más remedio) y fue paseando por cada una de las habitaciones ya vacías de muebles pero invadidas de cajas de cartón como si fuera un ejército quieto y agazapado.

Recordó que la decisión de mudarse iba aparejada a un deseo de deshacerse de inmediato de lo viejo para dar paso a lo nuevo, que mejor casa grande que chica, que mejor centro que afueras, que mejor vivir que sobrevivir. Vamos, que la decisión no tenía vuelta atrás.

¿Se olvida algo? Esa sensación le asalta de nuevo aunque está casi segura de que todo está en orden. Pero vuelve a revisar cada una de las habitaciones y descubre que sí, que se queda algo en aquella casa.

Y son sus recuerdos, sus vivencias, sus charlas al calor del fuego, sus ganas de piel tostada, sus escritos de madrugada, sus gozos prohibidos, sus comidas compartidas, sus noches más tristes, sus risas más francas, sus ganas de crecer, sus lágrimas amargas, sus 30 cumpleaños y sus sueños en la almohada.






Porque la vida no es más
que una mudanza permanente
de alma, de corazón
de acompañantes,
de sentimientos, de razón.

Y si tú no bailas conmigo, prefiero no bailar. Porque no sé qué diablos hago, si ya no pertenezco aquí.









@Escritos