martes, 26 de mayo de 2015

Campanadas de alegría

Hoy sentí cómo en mi cama
Entrabas muy de mañana.

Mi pereza al levantarme
Me ha hecho quedarme acostada
Y despacio, despacito
Te acurrucaste a mi lado

Hoy un ángel me ha explicado
la alegría que le da hablarme.

Mi discurso no paraba,
mis ideas se atropellaban.
Al sol de la fría mañana
Disfruté de su compañía lejana.

Hoy la luna me ha preguntado
si estaba enamorada.

Mis risas le han contestado
Sin una sola palabra
Mi cara de felicidad indica
Lo que me sale del alma.

Hoy he sentido irse tu miedo
Y veré feliz tu cara

Te he notado cerca cada vez que respiraba
porque eres parte del aire que me rodea.
Y he sentido que eres tiempo que me quitas, para poder vivir contigo.

Hoy repicarán de júbilo las campanas. Porque celebran tu llegada.
Hoy me he dado cuenta de que te quiero y te seguiré queriendo.

Al despertar del día

Con aceite oloroso recorremos caminos insospechados para ambos unos días antes.

Despacio, como si no hubiera un mañana, mis dedos recorren tus ganas; y tus besos, contenidos hasta ahora, se escapan.

Te pido paciencia y no puedes dejar de atraer hacia ti mi alma.

Los sentidos estallan; el calor se abre paso entre las sábanas blancas; tu mirada me dice a gritos lo que antes callabas; mis suspiros se vuelven canciones acompasadas.

Luces tenues nos acompañan hasta el alba en que, agotados de tanto goce, la ternura se instala en nuestras espaldas.

Y recibimos el día con un "buenos días" disfrazado de despertar cuando resulta que aún no hemos dormido nada.


Vísteme con sonrisas pegadas a mi piel con invisiblas puntadas. Y entre tus labios y los míos no dejes ya ni un milímetro. Porque sé que tu abrazo me protegerá para siempre del frío de la madrugada.




Para ti, porque escribir es dejar huellas indelebles.








@Escritos

viernes, 8 de mayo de 2015

Auténtico

Tengo entre manos un sueño hecho de trozos de blanco cristal: signos de búsqueda activa de la naturalidad.

Guardo en mi pecho una carta con remite desconocido: ganas de aventuras prohibidas disfrazadas de olvido.

Recibo un regalo envuelto y coloreado con celofán: risas detrás de la pena y abrazos tiernos cuando el frío arrecia.

Soplo las velas de antaño que pasan sobre mi cabeza: viajes a tierras ignotas en busca de amores que me refrescan.


Y miro al cielo que me explica, sin decir nada, lo que por mi cabeza pasa.

El cielo se ha vestido de nubes; leves y muy quietas. Tanto que parece un lienzo a medio pintar porque se acabó la pintura blanca. En algunos lados parece haber un tul estirado; en otros, pequeños algodones apretados. Y en medio, el sol juega a seducir al que tiene enfrente escondiéndose sutilmente sin dejar nunca de verse.

Eso es lo que me gusta: juntar aquellas palabras que me ayudan a estar viva y que me recuerdan que lo que siento y he sentido hacen de mí el ser que tú has querido.

A veces pluma, a veces hierro.
Con un pie en la calle y el otro muy dentro.
A veces libre, a veces presa.
Un ojo en la ternura, otro en el más fuerte de los deseos.
A veces clara, a veces puro secreto.
Un labio en el mordisco, otro en el beso.

Y en la soledad de mi habitación, segura de lo que soy, no dejo de tener miedo de lo que dentro de mí encuentro. Porque cuando te tengo, me despojo de mis límites y dudas, rompo mis barreras y saco mi yo más puro. 









La autenticidad tiene su fruto, aunque a veces te queden marcas como los surcos que hace el arado en la tierra baldía.

@Escritos