Primavera. El sol empieza a calentar la vida que renace cada año. Tras tiempos llenos de incertidumbre, todo parece estabilizarse.
Darabita reposa sobre una tela invisible como si no tuviera
nada que hacer. Porque las hadas, a veces, también necesitan coger fuerzas y,
como es tiempo de vacaciones, se lo puede permitir...pero solo un poco porque en un momento todo se precipita.
Todas sus misiones son especiales pero en este caso parece
que la están poniendo a prueba. Como lo ha hecho tan bien de uno en uno, esta
vez son dos. Darabita sabe que desde el cuarto mes de embarazo ellos se
acarician, se agarran, se abrazan y se sienten, y por eso lleva un tiempo preparando magia por
partida doble.
La madre está muy abultada, la piel tensa, muy tensa; patadas, cabezazos y codazos; dentro hay mucho movimiento y fuera muchas ganas de ver esas dos caritas tantas veces imaginadas pero que necesitan vista, piel, olfato, abrazo y beso para ser algo más que un sueño.
Pequeños dolores cada vez más fuertes y más seguidos. Agua
vertida por la cocina. Hay que preparar todo para que la entrada en la vida de
los dos niños, (quinto y sexto de la saga a la que habían encomendado a Darabita proteger, cuidar y mimar), sea perfecta.
Al desplegar sus alas mágicas y majestuosas aunque no se vean, todo se inicia de nuevo. Darabita coge carrerilla y, con cara seria, comienza su misión.
Es de noche. Enseguida el cuerpo acoge la química no deseada pero conveniente y, por qué no reconocerlo, muy efectiva para vivir el parto con otra consciencia.
La precaución hace que la madre esté rodeada de una docena
de personas sobre las que Darabita revolotea esparciendo una pizca de su magia.
Ellos y ellas no lo saben pero tener a Darabita presente les está dando mucha
fuerza.
Sobrevolando la escena, Darabita refresca a la madre con
pequeños soplos. Ella no la ve aunque la busca, pero sabe que está y nota su presencia. Porque, como siempre, Darabita está atenta a todo lo que pasa,
controlando, ayudando, animando y esperando pacientemente para poder
entregarles a los niños su regalo, cuando la madre "de luz".
El 14 de abril de 2022, a las 6:53 de la mañana nació tranquilamente Adai:
grande, decidido, de cabeza y explorando el mundo. Darabita se acerca a él con
la misma ilusión que siempre y, con un beso lento en la frente, mientras su
madre aún no descansa porque viene el segundo, le ofrece su don más preciado.
A las 7:06 aprovechando el camino abierto por su hermano y
con la ayuda de Víctor, Arián, con precaución y de pie, se asoma al mundo también.
Darabita mira la maniobra y se acerca presurosa a tocarle con su magia y a
darle lo mismo que ya le dio a sus hermanos, primo y primas:
Sería capaz de reír y soñar un mundo de estrellas, de hadas,
de duendes, un mundo feliz.
Un mundo de besos, de amores, de sonrisas de colores.
Un mundo de juegos, de letras, de mares con ballenas y
castillos de arena.
De arrullos, de dulces, de labios de fresa, de hechizo en
forma de piruleta.
Con este don, Adai y Arián encontrarán la magia en cada uno
de los detalles a su alrededor: cuando observen el cielo, contemplen la luna,
escuchen a los pájaros, disfruten del aroma de las flores, cuenten las
estrellas, se dejen mojar por el mar y, sobre todo, cuando sueñen despiertos
mirando las nubes sobre sus cabezas, en las que Darabita estará todas las
noches escondida.
Darabita vuelve de nuevo y ahora toca levemente a la madre exhausta y feliz de traer al mundo a dos nuevos pedazos de soles del universo familiar.
Madre mía, Bea... que cosa tan bonita xd!! He llorado de emoción leyendo tus palabras. Y mucho!! Besos para todos, enhorabuena a toda la familia y bienvenidos los recién llegados ;))
ResponderEliminarGracias, María. Estamos todos emocionados, la verdad. Bss
EliminarEs precioso y emotivo, enlazas palabras y sentimientos. Una lectura que toca el alma. Abrazucos
ResponderEliminarGracias, Ester. Hacía mucho que no me pasaba por aquí, pero la ocasión lo merece. Besos
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