miércoles, 7 de diciembre de 2016

Floración





Sobre el papel en blanco, pensaba en aquellos días en los que las palabras se atropellaban para salir a empujones, como antaño salíamos los niños al recreo. 
Recordaba los bailes de letras llenando hojas y reordenándose con cada leída.
Y decidió que era el momento de quitarse de encima las creencias limitantes.

Recostada en la cama, acunada por los mullidos almohadones, observaba chispas por todos lados; como pequeños puntos de luz traviesa que imitaban el baile de las luciérnagas en una noche de verano.

Aunque fuera los días estaban tristes, lluviosos y fríos, en la habitación se respiraba la primavera en pleno invierno. Porque la emoción había vuelto a sus ojos al oír esas palabras, escuchar ese tono, ver esa expresión profunda que no necesitaba decir nada.

Una mirada a los ojos, en silencio, y con una canción de fondo de más de tres minutos, le enseñó más de la conexión posible entre dos personas que media vida estudiando. Los ojos sonreían y la cara relajada desprendía la tranquilidad de quien sabe que quien te mira te quiere tal como eres. El abrazo final fue una explosión de emociones y sentidos y una línea invisible del paso entre el hastío de una vida aburrida y la floración más colorida.
No hacia falta mirar nada. No hacia falta decir nada. Solo sentir que la vida te da sorpresas y que éstas nunca se acaban.


Bajo el paraguas caminaba despacio sin saber cómo decir lo que tiene tan claro. Y pensó...mejor lo dejo para mañana.






@Escritos

lunes, 7 de noviembre de 2016

Esto no se-para


Tengo una tierra que me acoge como la más dulce de las madres.
Tengo un sol que brilla sólo para mí.
Tengo una luna que vigila mi sueño incluso cuando mengua.

Tengo un cielo sobre mi cabeza.
Tengo dos estrellas en lo más alto, que no dejan de animarme.

Tengo un ruiseñor que alegra mis despertares todas y cada una de las mañanas.
Tengo un amigo fiel que ve en mis ojos la pena sin necesidad de palabras.
Tengo una ilusión muy muy lejana.
Tengo quien siempre responde a mi petición de los auxilios más tontos.

Tengo abrazos esperándome, sin necesidad de dar nada.
Tengo un conjunto de simpatías ganadas.
Tengo un millón de experiencias cargadas en mi mochila.

Tengo vida para vivirla y salud para gastarla.
Tengo ilusión por compartir una vida pegada a mi almohada.
Tengo esperanza en el mañana…y en el pasado mañana.

Soy rica sin poseer nada.
Y lo comparto porque nunca sentí la necesidad de tener,
si no era para que los demás también ganaran.






Y muchas veces, aunque queramos, esto no se para.

Yo gano,
tú ganas,
ganamos los dos.







Mar, el poder del mar (escuchar pulsando)

Dices que vengo, que voy,
que siento, que escucho, que pertenezco,
que sirvo para mucho, que me estremezco,
que mi mirada es limpia, suave brisa,
que sientes el deseo de tenerme cerca,
que te distancias por miedo a perderme,
que el barrio es más hermoso desde que aparecí,
que soy la flor que alumbra el jardín.
El viento que se lleva la señora luna
para que luzca el sol, mi amor,
hoy sólo quiero decir ...

Siento lo mismo por ti,
el mismo sentimiento por ti.

Que sí, que sí, que bien,
que me encanta escucharte, adoro sentirte,
verte moverte y sorprenderte de pronto
haciéndote cosquillas en las rodillas.
Que sí, que sí, que bien,
que me encanta escucharte, adoro sentirte,
que el barrio es más hermoso desde que apareciste,
que hoy luce el sol en mi corazón.

Mi niña, mi amor, mi rayo de luz,
el camino que lleva a tu casa es mi alegría,
la primavera ha llegado a la ciudad
y no sabes lo bien que me sienta, mamá.
Los días tranquilos transcurren serenos.
Tus pasos, los míos, peinando el sendero.
¿Quién dijo que los muertos no iban a resucitar?
Hoy llego más puro que el agua mineral.

Tu cara, tu casa, tus ojos sonriendo, mi cara,
la brisa, la mañana, el sol por la ventana,
la calma, caricias, tu respiración,
resuenan campanas desde el comedor,
las nubes en el cielo y pasa un avión,
dibuja una línea blanca algodón,
tu almohada, tus ojos, tu mirada,
estoy en tu casa, adoro tu casa, cambio de color.

Pasa un avión, traza una línea, ahora de plata,
de plata la medalla del subcampeón,
hoy gano, tú ganas, ganamos los dos,
hoy gano, tú ganas, ganamos los dos,
hoy gano, tú ganas, ganamos los dos,
hoy gano, tú ganas, ganamos los dos,
hoy gano, tú ganas ...

Esto no se para,
esto no se para,
esto no se para,
esto no se para,
esto no se para,
esto no se para,
esto no se para,
esto no se para ...

sábado, 13 de agosto de 2016

En una tarde de verano




Darabita vuelve a estar nerviosa.

Por segunda vez la han enviado a ocuparse de un retoño humano que se asoma al mundo, para proteger a la parturienta y regalar un don al recién nacido.

Revolotea de aquí para allá pensando si se equivocará de sitio porque le llegan mensajes que hablan de una torre, pero no es la misma que la otra vez.

Le han dicho que vaya preparada porque aquí puede haber mucha agua por en medio. No porque sea pleno verano –que lo es- sino porque el nacimiento se podría producir en el medio acuático. El caso es que hasta ahora -pensaba Darabita- no existen bañadores para hadas, así que a ver cómo lo hago para no perderme nada y estar lo más cerca posible de la mamá y del niño.


Darabita espera a que le llegue el mensaje para iniciar su encargo, pero no llega. Pasa un día del estimado, y dos, y tres...y una semana entera. Pero un lunes por la mañana hay una leve señal que le hace ponerse en guardia. Abre sus pequeñas alitas y, aunque no le hacen falta para desplazarse, las mueve enérgicamente. ¡Comienza su trabajo!

Antes de salir de casa comprueba que la varita está bien cargada de magia para ayudar a la madre en esos tensos momentos. Y, aunque ya tiene preparado lo que le va a regalar al niño, después de mucho pensarlo, vuelve a comprobar que está todo en orden.

Durante 30 horas hubo un sí-pero-no. Lentos movimientos, sofocos, dolores, cansancio y, en medio de ello, pequeños destellos de polvos mágicos cayendo sobre la madre que, sin ella darse cuenta, le hacían retomar nuevas fuerzas para el gran trabajo de su vida.

El caso es que Darabita, muy lista, se había ocupado de repartir un poco de su magia
además de a la madre, a todas las personas que tuvieron trato con ella para que le hicieran la espera más agradable. Y sobre todo al padre que, cansado, no dejó ni un segundo de estar pendiente de ella.

A las 19:25 de un 9 de agosto asoma su cabecita al mundo un niño grande y a la vez pequeño, fuerte y a la vez tierno, "salao" y a la vez muy dulce.

Su madre, fuerte, poderosa, sabia, entregada y amorosa lo mira con lagrimillas en los ojos y sabe que ya no habrá en este mundo nada tan importante para ella.

Darabita, maravillada, se acerca hasta él y, con un beso en la frente, le regala su don más preciado:

Sería capaz de reír y soñar un mundo de estrellas, de hadas, de duendes, un mundo feliz.
Un mundo de besos, de amores, de sonrisas de colores.
Un mundo de juegos, de letras, de mares con ballenas y castillos de arena.
De arrullos, de dulces, de labios de fresa, de hechizo en forma de piruleta.

Con este don, Aiún encontrará la magia en cada uno de los detalles a su alrededor: cuando observe el cielo, contemple la luna, escuche a los pájaros, disfrute del aroma de las flores, cuente las estrellas, se deje mojar por el mar y, sobre todo, cuando sueñe despierto mirando las nubes sobre su cabeza, en las que Darabita estará todas las noches escondida.


Sí, sí, era un regalo repetido. Pero si la otra vez salió tan bien, ¿para qué cambiarlo?






 

La estrella del verano ya está brillando en nuestras vidas. Darabita repliega sus alas y se dispone a seguir de cerca, ya más tranquila, a su segundo retoño desde que fue nombrada hada madrina de la familia.






@Darabita


lunes, 4 de julio de 2016

Lágrimas blancas de luna



Tu voz me acuna y me hace volver al calor de tus brazos, a aquel saludo vertical con agua refrescante, a aquellas voces al oído mientras el sol dormía en el estío.

Un soplido leve se aloja en tu cuello mientras tus rizos se enredan en mis dedos y las cosquillas te bajan hasta la sonrisa.

Tú recorres mi piel con tus manos, y mi alma con tus sentimientos.

Y como si de un orfebre se tratara, vas dando relieve al dibujo de nuestro mundo, a golpe de buril.


Una muralla blanca te rodea defendiéndote de las guerras; mil candados cierran las heridas de mil golpes recibidos. Y yo, uno a uno, pruebo a abrirlos con las llaves de mis sentidos.


Mi repentino silencio, acompañado de un ligero suspiro, te hace ver -sin mirarlos- mis ojos húmedos y brillantes. Suelo ser fuerte pero a veces necesito recomponerme de tanto dolor sin sentido.

La emoción nos embarga y, sin saber cómo controlarla, donde había luz se forma un hueco oscuro que enseguida se llena de amor comprimido.

Tierra y cielo, agua y fuego, alerta infatigable que se posa en mí cuando te miro, como sedienta brisa de un amor que me persigue.

Sé que tú circulas por mis venas y que somos dos incompletas secciones de un todo que busca refundirse en uno.


Quisiera que estuvieses siempre así conmigo: desnudo y expuesto a las lágrimas blancas de la luna.










@Escritos

jueves, 26 de mayo de 2016

Las olas



A la orilla de mi vida veo las olas llegar.
Olas vivas de espuma blanca,
olas de susurros suaves y rítmicos,
olas empapadas de tiernos mensajes,
olas mágicas de sol y sal.

Y en la arena fina y blanca,

grano a grano,
descubro las miles de ilusiones que me han hecho avanzar.

El paisaje parece siempre igual:

arena y olas caminando a la par.
Pero si miras bien cada gota de agua es distinta
y cada pellizco de arena tiene su brillo y color.

Me gusta cómo juegan al escondite las olas

y cómo parece que ríen cuando, descansando de tanta agitación,
mueren en la orilla para volver a esconderse de nuevo mar adentro.

Me propongo buscar entre la arena cada uno de los sueños perdidos que a la gente se le caen de los bolsillos y dejo que se cuele entre mis dedos el calor del sol encerrado en los pequeñísimos trozos de espejo, mientras mi pensamiento busca tu compañía.


Cuando el sol se va,

reclamo tu presencia a la brisa que se levanta
mientras mi mano distraída se dirige al pedacito de ternura
que tallaste con besos en mi cuello.

Siempre que miro el horizonte te siento en el otro lado.

Y a veces oigo un susurro hecho de mil pedazos de silencios: Es la oración que el mar hace y que dura desde que te presiento, hasta que se me pierde tu aroma.









@Escritos


jueves, 19 de mayo de 2016

Con mucha ternura

Me dijiste que te gustaba el frío por lo bueno que tiene el combatirlo; el placer que se siente cuando, aterido, te acercas cerca de una fuente de calor:una hoguera, un brasero, un cuerpo caliente...

E imaginé una habitación con suelo de roble envejecido, una chimenea de troncos vivos y una cama con grandes almohadones blancos.



Me ayudaste con fórmulas ininteligibles para mi mente inquieta como si fuera lo que hacías todos los días.

Y eso me hizo soñar la de cosas que podríamos hacer con la tecla 0, el signo + y un poco de imaginación entre la lógica y el texto.

Uní sueños con realidades y fui consciente de que cualquier ilusión, como por arte de magia, es capaz de hacerse realidad en cualquier instante, en cualquier lugar, de cualquier manera.



Te di las gracias por regalarme la magia de tu compañía, por hechizarme con tus caricias, por tomar el timón de mis pensamientos de madrugada.

Te deseé que tus ojos siempre encontraran otros ojos donde mirarse. Y yo hoy sé, que hay una estrella que brilla constantemente sobre mí, empeñada en que no olvide que la vida me guarda aún muchos regalos.



Oírte, verte, sentirte es y será para mí siempre un regalo que prometo cuidar siempre con mucha ternura.










@Escritos

miércoles, 4 de mayo de 2016

Reviviendo



Tus manos bailan sobre mi cuerpo como si tuvieran vida propia. A veces a ritmo de tango, otras de frenético rock.
Recuerdan la suavidad de mi piel y cómo eran capaces de arquear mi espalda con un solo roce.
En tus dedos, pequeños deseos escondidos.
En tus besos, toda la antigua pasión encadenada a mis apetitos.


En mi mente, retazos de ti que no se escapan.
En mis sueños, tu cara desdibujada.
En mi corazón, una huella de pisada.
 

Estoy cansada de sentir con tanta fuerza. Sin embargo es un cansancio que me da vida porque sin sentir, la vida no es nada.

Quisiera fundirme con el aire para pegarme a tu cuerpo.
Perderme dentro del silencio que me habla cuando te recuerdo.
Dejar a un lado las ansias mundanas.
Decirle al mundo lo que siente mi alma, que la vida pasa.


A veces te siento como el diluvio, otras como una leve gota de lluvia.
¿Qué tiene de malo vivir el presente, si la vida se vuelve del revés en un instante?
Porque, como las mareas que suben y bajan, los grandes momentos pasan, pero la mar nunca se desgasta.








@Escritos

jueves, 4 de febrero de 2016

La tortuga Valentina


Había una vez, en un lejano país, una tortuga que tenía una concha llena llenita de brillantes y luminosos trozos de colores, que se llamaba Valentina.

Unos decían que era de Bali, otros de Indochina y otros, los más escépticos, de la tienda de la esquina.

Era una tortuga muy tímida y silenciosa, lo que no parecía estar acorde con su llamativo aspecto. Los colores que tenía llamaban tanto la atención que nunca pasaba desapercibida.

El día que estaba contenta, cantaba con voz desafinada pero con mucha alegría. 


El día que estaba tristona y no quería saber nada de nadie, nos daba la espalda de manera muy fina.



Un día, de pronto, los colores de Valentina empezaron a apagarse; los tonos vivos se tornaron en pastel. Y poco a poco, cada vez estaba más descolorida.

Sus labios antes alegres como mañana de primavera habían perdido su tierna sonrisa; sus ojos, antes brillantes como estrellas, se habían tornado en melancólicos, tristes y sin vitamina.


Su dueña no sabía cómo devolverle el esplendor de antaño y la miraba muy preocupada. ¡Tenía que actuar y pronto!, pero el miedo la paralizaba.

Si la pintaba con témperas, moriría asfixiada.
Si le cosía retales, le pincharían las puntadas.
Si la dejaba como estaba, quedaría por siempre aletargada.



Mientras pensaba qué hacer, empezó a acariciarla. Todos los días un rato, despacio, con ternura, en silencio sólo roto por una dulce melodía, transmitiéndole a través de sus manos el gran amor que le tenía.



Hubo un tiempo en que Valentina estaba descolorida, pero poco a poco, con caricias, sonrisas y susurros llenos de fantasía, empezó a recobrar la alegría.







Para todos aquellos que necesiten una mano amiga que les acaricie para recobrar su color.








@Cuentos

lunes, 11 de enero de 2016

Gris coloreado

Los árboles, bañados por la suave luz de la alborada, tenían ese señorío que les otorga la soledad y el inmovilismo de sus peanas.

El sudor perlaba el ceño fruncido de su cara, mientras con un trote suave pero constante, seguía corriendo como sólo se hace cuando la certidumbre del cansancio dirige cada zancada.

Había empezado a correr muy pronto y cada respiración, cada aliento que soltaba, le seguían como única compañía por el bosque que, en silencio, le acogía sin pedir nada.

A lo lejos, la ciudad reflejaba un resplandor fantasmal mientras las nubes grises tapaban la lenta izada del radiante sol.

Sonidos difusos por la falta de atención le rodeaban.
Colores inciertos estallaban en puntos diseminados.
Olores mezclados conformaban el aroma de la mañana. 


Todo un paisaje confuso donde antes había un horizonte diáfano.

Mareado, quiso parar el galope pero sus piernas tenían vida propia en la carrera. En la piel, mensajes tatuados sin agujas ni tinta le recordaban las horas ganadas. Los esfuerzos por llegar a la meta se le habían transformado repentinamente en riesgos disfrazados de deseos.

La caída era esperada aunque luchaba por mantenerse erguido o al menos no arrastrarse ante esos pies que le habían vencido.




Comienza a llover.

Las gotas de agua fresca, limpian su sudorosa cara y a la vez liberan de angustias su alma.

Empapado y aterido busca el calor de un abrazo que encuentra sin problemas más cerca de lo que nunca ha imaginado. Porque quiso ser feliz dejando de lado el sentimiento de ser y sentirse querido y se encontró con un amor tan grande, que le llenó de vida lo que quería tapar con goces distraídos.










@Escritos