miércoles, 28 de enero de 2015

Ven



Ven.
Estoy aquí, sentada sobre la arena.

Dibujo un círculo que será nuestro mundo protegido.
¡¡entra!!

Te propongo dejar fuera los truenos
-esos que tanto te asustan-
las sombras, la ceniza y el frío;
las lágrimas tristes y el aullar del viento.

Caminaremos en círculos
como los niños que, por primera vez,
cogen sus manos para ahuyentar el miedo,
y descubren que la piel une más que las palabras.

Descubriremos que las cosquillas se esconden en los pliegues de la piel,
y que las caricias llegan más lejos de lo que el cuerpo siente.

Romperemos la monotonía
con un puñado de estrellas que iremos soltando,
una a una,
nombrándolas con apodos de seres mitológicos
mientras flotan a nuestro alrededor,
como si la noche sólo fuera un eterno atardecer.



Ven.
Estoy esperando que entres en mi mundo complejo,
ese que mira más allá de lo evidente,
que siente ternura por el que no es perfecto,
que usa amor para pintar de colores el negro.



Voy.
Porque cuando despierto rodeada de tu abrazo
siento que el mundo se alía con nosotros
para quitarme los miedos de un plumazo. 










@Escritos

lunes, 19 de enero de 2015

Gracias, sol

En un bosque de árboles frondosos, el sol intentaba pasar hacia el suelo colándose por entre las ramas de las copas más altas.

La trayectoria de los rayos de luz cambiaba con cada hoja mal puesta, con cada entramado de ramas que no se sabía a qué especie pertenecían, con cada racha de viento que soplaba y removía el verde.

Paisajes de luces y sombras que se tambalean sin remedio. Retazos de imágenes quietas que se unen en el movimiento.

Mientras los flechazos de sol intentaban hacer blanco en el suelo, abajo, ella paseaba sintiendo el cálido transitar de la mañana. Iba sola, despacio, con la cabeza puesta en sus cosas pero sin dejar de observar los mil y un detalles que le demostraban que el bosque es un lugar vivo. Que hay cosas que nacen, viven y mueren. Y en ese camino de vida, el desarrollo que alcancen depende del astro rey y de su incidencia en la semilla.

Pasos con el punto justo de velocidad y cadencia que le permitían avanzar sin llegar demasiado pronto.
Brazos que refugiaban su propio cuerpo al sentir la fresca brisa.
Sonrisas sinceras al pensar momentos de dicha.
Miradas con chispa que reflejan la alegría que siente sin buscarla.

Es un simple paseo por el bosque.
Es un simple recorrido por su mente.
Es un simple trayecto por el tiempo que va pasando y va afianzando lo que un día nació como un brote de hierba y hoy se ha convertido en un recio árbol que apoya la vida de lo que tiene alrededor.



El sol del amor que da sin esperar nada a cambio.
El amor del sol que calienta sin quemar lo que necesita su ardor para poder seguir viviendo.



¡Gracias sol!









@Escritos

lunes, 12 de enero de 2015

Mudanza

Amanece.

El sol está entrando por la ventana de forma oblicua, de abajo a arriba.

Desde dentro, aún en la cama, mira el techo blanco y las paredes pintadas en dos tonos de azul que proporcionan a la habitación una atmósfera mágica para relajarse y estar tranquila. Desde luego, había sido un acierto elegir esa pintura, que contrastaba con los muebles con acabado wengué.

Aquella había sido su última noche en aquella casa en la que tanto había disfrutado desde niña. 

Abajo, se oyen los ruidos de mamá y la abuela empaquetando las últimas cosas. Por su charla, parece que todo está listo: armarios, vajillas, cuadros, libros, música, adornos, ollas, ropa de cama...

Poco a poco van saliendo las cajas en fila, colocándose ordenadamente en los extremos del inmenso vehículo. ¡No lo podía creer! ¿Cabría toda una vida en sólo un camión?


Y no quería levantarse. En el momento en que lo hiciera, empezaría su salida de esa casa para siempre. No volvería a ver ese techo del que conocía hasta el mínimo dibujo de la pintura, esa lámpara que no podían llevarse porque era demasiado grande, esa puerta que la había preservado tantas veces del mundo exterior, esa ventana que le daba cada mañana los buenos días.

Cierto es que se iba a una gran casa en medio de la ciudad, con unas vistas preciosas al mar, y muy bien comunicada. Pero echaría mucho de menos aquella casona que le hablaba y que tenía, en cada rincón, una historia escondida.

El cambio de casa, que algunos consideraban estimulante y una nueva oportunidad de vida, a ella le hacía polvo el bolsillo de lo sentimental.

Se levantó por fin (porque no había más remedio) y fue paseando por cada una de las habitaciones ya vacías de muebles pero invadidas de cajas de cartón como si fuera un ejército quieto y agazapado.

Recordó que la decisión de mudarse iba aparejada a un deseo de deshacerse de inmediato de lo viejo para dar paso a lo nuevo, que mejor casa grande que chica, que mejor centro que afueras, que mejor vivir que sobrevivir. Vamos, que la decisión no tenía vuelta atrás.

¿Se olvida algo? Esa sensación le asalta de nuevo aunque está casi segura de que todo está en orden. Pero vuelve a revisar cada una de las habitaciones y descubre que sí, que se queda algo en aquella casa.

Y son sus recuerdos, sus vivencias, sus charlas al calor del fuego, sus ganas de piel tostada, sus escritos de madrugada, sus gozos prohibidos, sus comidas compartidas, sus noches más tristes, sus risas más francas, sus ganas de crecer, sus lágrimas amargas, sus 30 cumpleaños y sus sueños en la almohada.






Porque la vida no es más
que una mudanza permanente
de alma, de corazón
de acompañantes,
de sentimientos, de razón.

Y si tú no bailas conmigo, prefiero no bailar. Porque no sé qué diablos hago, si ya no pertenezco aquí.









@Escritos