No era una misión espacial pese a que casi se da de bruces con un astronauta suspendido en la glorieta del Universo. Ni era una misión secreta al estilo de las películas de espías porque muchos sabían que Darabita estaría por ahí, aunque no la vieran. Ni siquiera era una misión imposible pese a que tenía que volar (sin ser vista, por si acaso) por encima de un sinfín de hombres de uniforme con galones y divisas y, según le dijeron algunas hadas más experimentadas, también de polillas.
- ¿Polillas? -Había preguntado Darabita extrañada.
- Sí, polillas, porque hace ya muchos años los jóvenes de aquel colegio se pasaban el tiempo entre madera, vamos, zascandileando entre los árboles que lindaban con el patio del colegio de las niñas –Le respondieron las hadas mayores con risas pícaras.
Pero todo eso era ahora secundario. El instinto de hada y la magia de la varita que llevaba bien escondida, llevó a Darabita rápidamente a la planta primera de un hospital blanco, de líneas rectas y muy luminoso.
Allí se encontró otra vez con el excitante comienzo de una nueva vida que, después de muchos dimes y diretes, sudores y dolores, traería una gran alegría a la cara de sus padres y de todos los que esperaban ansiosos pensando que si se retrasaba más no lo podrían ver hasta pasados muchos días.
Pero este no era un niño cualquiera, claro. Si no Darabita no estaría allí. Con su vuelo silencioso, abriendo las alas al máximo, trataba de darle aire a la madre, calmar los pocos nervios del padre y darle sabiduría al matrón asturiano y demás compañeros que estaban haciendo tan bien su trabajo. Un poquito de polvos mágicos por aquí, otro poquito por allí y, tras un rato que se hizo un poco largo, el llanto del bebé anunció el fin del duro proceso.
A las 17:30 de un 11 de agosto, nació un niño grande y fuerte. Tercero de una generación a la que le habían encomendado proteger, cuidar y mimar.
Darabita ladeó la cara para ver a quién se parecía. Le habían encargado comprobar si había algún rasgo o gesto suyo. Realmente daba igual, porque cada uno es único e irrepetible, pero para el orgulloso abuelo era inevitable querer algún mínimo parecido, además de su nombre.
Darabita, muy seria en su papel de hada, se acerca hasta él y, con un beso en la frente, le regala su don más preciado:
Sería capaz de reír y soñar un mundo de estrellas, de hadas, de duendes, un mundo feliz.
Un mundo de besos, de amores, de sonrisas de colores.
Un mundo de juegos, de letras, de mares con ballenas y castillos de arena.
De arrullos, de dulces, de labios de fresa, de hechizo en forma de piruleta.
Un mundo de besos, de amores, de sonrisas de colores.
Un mundo de juegos, de letras, de mares con ballenas y castillos de arena.
De arrullos, de dulces, de labios de fresa, de hechizo en forma de piruleta.
Tras la excitación del día, en la oscuridad de la noche, mientras contempla la lluvia de Perseidas y el cuerpo se relaja en la vigilia, la alegría hace brincar la imaginación sobre cómo será la vida con un miembro más en la familia.
@Darabita
Lo tendre que releer, porque la cotina de lágrimas y la emoción no me ha dejado enterarme bien de lo que he leído. Darabita es la más mejor. FIN.
ResponderEliminar!Darabita ha sido testigo de tu llegada y nos la ha contado con frases muy bonitas!Tengo mucha allegria porque has llegado muy bien,porque eres muy fuerte y muy guapo como tus padres y porque sé que serás muy bueno,amable y simpático como ellos.Le doy gracias a Dios porque voy a conocer a otro descendiente más y le pido para tí mucha felicidad.!Besitos,chiquitín !
ResponderEliminarJoer Darabita, tres misiones que nos llevas contando y tres que acabó llorando.... Ayns , gracias! Gracias Darabita����
ResponderEliminar<3<3<3 que bonita bienvenida y recordatorio de lo que su abuela lo quiere para cuando sea mayor :)
ResponderEliminarMe encanta Darabita, que bonito
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