Los paisajes desdibujados no tienen imperfecciones, porque nadie busca en ellos
líneas definidas. En trozos de colores indeterminados, se unen montes con aguas
y con cielos sin saber muy bien dónde acaba uno y empieza otro, si el azul es
firmamento, o es parte del lago; si el reflejo es soto o es ilusión del ojo
humano.
Todo asemeja un decorado teatral para obras bucólicas con una
conjunción de cielos, tierras y aguas inalcanzable. Pero esta unión no esperada,
luce como si fuera magia.
La tarde, los montes, el agua, las estaciones,
el otoño, las praderas, los árboles, los animales, plasman su esencia y lo que
sucede a su alrededor y nos lo dejan ver distinto en cada momento. Según la luz
y el viento, según la lluvia, según el frío, según los ojos de nuestra
alma.
Continuamente evocamos paisajes desdibujados de nuestra mente que
vamos componiendo pacientemente, a veces con nostalgia, otras de muy buena gana
y nos envuelven. Y la imagen que nos formamos a base de recuerdos tiene la
virtud de hacerse a nuestro antojo: los recuerdos que componemos son como
queremos que sean. Olvidamos las espinas de la rosa y potenciamos su color y su
olor. Negamos el frío del agua gélida y reforzamos la sensación de tranquilidad
de la zambullida.
A veces nos topamos con los paisajes desdibujados ya
hechos. Nos los encontramos escritos y normalmente los leemos por casualidad.
Cosas que nos pasaron, que sentimos, que vivimos, que experimentamos alguna vez
y que alguien escribió sin que nosotros se lo contáramos. Situaciones que
incluso habíamos olvidado y al leerlas nos vuelven a la memoria entre la
añoranza y la felicidad de volver a vivirlas.
Y lo más común. La
cotidianidad, sin ningún brillo adicional, es la que nos trae al recuerdo
tiempos antiguos, amigos desaparecidos o situaciones pasadas. Paisajes
desdibujados de nuestros tiempos felices o de nuestro llanto
amargo.
Vendavales de sensaciones, ríos de hielo, hogueras de rojo fuego,
panoramas de ausencias, muros de miedos, tierras de contradicciones, flores en
invierno, viajes a los paisajes de la juventud, sombras de dudas, besos
templados, voces sin eco, estrellas apagadas, actores acertados, mensajes
delatores, ráfagas de olores, imagen de un millar de puestas de sol, un as
guardado en la manga producen la visión, siquiera fugaz, de paisajes
desdibujados.
@Escritos
Lo especial lo pone nuestra mirada como lo miramos y lo que vemos dependiendo de nuestro momento y nuestra compañía. Un abrazo
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