domingo, 17 de febrero de 2013

Teodoro

Teodoro era un dragón especial.

Todos sabemos que los dragones son seres mitológicos y con cualidades mágicas o espirituales, y por tanto, nada comunes.


Pero es que Teodoro era más especial aún: era un dragón fosforescente. Y esto no es porque esa fuera una característica de su raza, sino porque alguna rareza genética le había dado esa propiedad inaudita en cualquier animal de más de 2 milímetros de envergadura.

Todo verde, pero no verde oscuro como un dragón, sino verde como un rotulador de marcar, sólo se salvaban los ojos (negros muy negros) y la lengua (roja muy roja).

Cuando Teodoro nació, los dragones del bosque del Enebro se extrañaron del color que tenía pero pensaron que con el tiempo se iría oscureciendo hasta ser como ellos. Pero no fue así y no tuvieron más remedio que acostumbrarse a verlo de ese color tan extraño para un dragón.

De lo que ninguno se había dado cuenta aún es de que Teodoro almacenaba la luz del sol en su cuerpo y brillaba en la oscuridad. Y no lo habían hecho porque los dragones cuando son pequeños, pasan las noches debajo de las alas de sus padres para que no se los lleven los elfos nocturnos como mascotas.

Así que, el día (mejor dicho la noche) en que Teodoro cumplió 5 sextilunios de edad dragonil y salió por primera vez a pasear de noche, se vio por el bosque del Enebro algo con forma de fantasma-dragón. Y todos los dragones del lugar, aunque tienen fama de valientes porque son el símbolo de la fuerza de la naturaleza, se asustaron de verdad.

¡Y Teodoro, más!

Se aterrorizó porque de pronto vio a su alrededor a todos los dragones grandes de su bosque, hasta el momento amables, hacer lo que hacen los dracos cuando tienen miedo: erguirse, lanzar una llamarada de fuego y abrir las alas por si tienen que salir volando rápidamente. Y notó el calor del fuego, muy próximo a su pequeño cuerpo.

Y encima…Teodoro aún no tenía edad para huir volando, ni sabía echar fuego por la boca porque antes de aprender esas cuestiones básicas para un dragón tenía que acostumbrarse a la noche y no tenerle miedo a los inmortales elfos.

Menos mal que alguno de los congéneres de Teodoro (quizás Jacinta que era una dragona muy observadora y perspicaz) se dio cuenta de que eso que pensaban que era un fantasma luminoso, no era más que el pequeño Teo…y puso orden y tranquilidad entre los adultos hasta que se relajaron; ya no les extrañaba nada de ese extraño cachorro.

Poco a poco se fueron acostumbrando a ver de noche un punto de luz que, cogiendo carrerilla, se elevaba despacito y volvía a caer sin estrépito, mientras aprendía a volar.

Y cuando acabó su periodo de instrucción natural, verlo volar de noche era todo un espectáculo porque su cuerpo luminiscente se deslizaba sobre el monte de manera majestuosa y el movimiento de sus alas simulaba el oleaje de un mar tranquilo.

Lo que nunca pudo Teodoro, fue lanzar llamaradas de fuego por la boca como hacen los temibles dragones. Quizás (pensarán los más románticos) porque la luz del fuego eclipsaría su tono verde fluorescente y le haría ser más parecido al común de los dragones. Quizás, porque tenía tantas cualidades añadidas distintas a las de los demás, que para compensar tenía que tener una de menos.



Y esta historia que va de boca en boca desde hace muchas generaciones cerca del bosque del Enebro, vuelve a ser contada cuando algunas noches de esas en las que no hay nubes y la luna da mucha claridad, se ve en el cielo un punto de luz amarillo-verdoso que se mueve sin rumbo determinado.

Todos saben entonces y lo ven como natural, que el dragón fosforescente está dando un paseo y que ya nadie se asusta e incluso disfrutan de ver en el cielo oscuro los reflejos de luz mientras en su vuelo, Teodoro, hace escala en las estrellas.






@Darabita

6 comentarios:

  1. Por nuestra naturaleza, cuando nos resulta extraño o fuera de lo común de nuestra especie en lugar de intentar comprender lo que hacemos es sacar nuestras garras y estar a la defensiva

    La historia es muy dulce y enternecedora , Beatriz, un cuento de hadas o mejor dicho de dragones que lo veo como una metáfora de nuestra propia vida.

    Sería bonito ver volar a Teo en ese bosque maravilloso


    Feliz domingo

    Un abrazo

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    1. Cuando vayas por la noche por un espacio abierto, mira con atención al cielo y seguro que ves a Teodoro volando. Si no lo logras, cierra un instante los ojos y aparecerá al momento.

      Es la magia de los dragones fosforescentes.

      Saludos

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  2. Que preciosidad de cuento, eres fantástica, he podido ver y enternecerme con cada uno de los renglones que he leido del cuento .
    Aportas la magia a quien lee tan tiernos cuentos y no dejaré de mirar al cielo por las noches, seguro que lo veré en alguno de sus vuelos .
    Un fuerte abrazo Beatriz

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    1. Gloria, seguro que lo ves algún día. Hay personas que solo tienen que querer hacerlo...

      Saludos

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  3. Beatriz!!! qué bonito el cuento que nos has dejado, no lo vi en su día (llevo varios con exámenes) pero ahora vine a leerte y he descubierto este lindo dragón que por ser diferente no era extraño, sino sencillamente acabaron por aceptarlo tal cual y de eso debería haber mucho en la vida real aunque no siempre es así, pero por suerte la magia continuará existiendo mientras algunos no dejemos (me incluyo) de creer en ella.

    Besos!

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    1. ¡Y que no me entere yo de que dejas de creer nunca en ella! Suerte con los exámenes.

      Saludos

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