Un nuevo paisaje se presenta ante mis ojos.
Como un mar repleto de sensaciones
con brillos plateados y gotas que se evaporan hasta llegar a las nubes blancas y
esponjosas.
Como un prado abierto al sol y salpicado de puntos de color
intermitentes. Como una montaña alta y majestuosa coronada por retales de nieve
que se funde y forma pequeños riachuelos.
Un panorama abierto, amplio,
sin horizontes, con miles de detalles visibles y millones por descubrir. Porque
a nuestros ojos se escapan a veces pequeñeces que le dan la singularidad a un
cuadro; pinceladas de un blanco inmaculado que resaltan el volumen; detalles
microscópicos que dan efecto de veladura; luces indirectas que dan calidez a las
sombras de la noche...y sólo vemos lo que está en la superficie.
Aprecio
una amplia extensión de espacios libres donde caben todos tus sentimientos y los
míos, y lo que es más importante, los nuestros. Esos que construimos juntos poco
a poco, muy despacio, sin prisas, con detalles mínimos y palabras justas que no
tienen por qué ser siempre dulces y armoniosas. Sentimientos otras veces
encontrados que me hacen preguntarme qué hago realmente siguiendo este camino.
Pero cuando me obligo a recapacitar descubro que es una nueva ruta que
no tiene indicaciones de prohibición ni de obligación, así que sigo andando con
alegría a tu lado hasta que estemos agotados y pueda descansar en tus
brazos.
Se acabó buscar lo inalcanzable, lo que nos está vedado, a lo que
no llegamos. Se acabó.
Disfrutemos de remar por el mar de brillos plateados, de pasear por el prado al sol coloreado y de recrearnos en la montaña salpicada de agua viva.
@Escritos
viernes, 28 de junio de 2013
miércoles, 26 de junio de 2013
Entre nubes
Estoy en las nubes. Literalmente escribo desde las alturas. No sé exactamente a cuánta distancia, porque tampoco entiendo esa manía de medir la altura en pies en vez de en kilómetros que es lo que entendemos en España.
Pero estoy en el “más arriba”, viendo el mundo a mis pies pequeño, pequeño. Observando desde lejos. Sintiendo la velocidad, el tiempo, el espacio y el aire que recorro.
Me relaja pensar que estoy sobre un colchón de nubes y que si me caigo, ellas me protegerán del golpe.
Pero claro…si pienso en lo que son las nubes, eso es imposible: no son más que vapor de agua condensado. ¡Pero tienen esa pinta de cosa taaannn blandita!
Y no dejo de pensar que si saliera por la puerta de emergencia a las nubes y pudiera tumbarme en ellas para descansar, o ir saltando de una a otra mientras canto, o ponerme el bañador y nadar como si estuviera entre la espuma de mar, o ponerle nombres a cada una de las nubes antes de que cambien de forma, o ver las sombras que crean en el suelo, si pudiera hacer todo eso, no viviría en el mundo real sino en un campo regado de sueños y de fantasías que se mutan a cada segundo sin producir desasosiego.
Vivo flotando,
vivo en las nubes,
vivo mirando hacia arriba,
vivo sabiendo que existo,
vivo mi mundo cambiante,
vivo soñando contigo.
@Escritos
domingo, 23 de junio de 2013
Abierta al mundo
Abierta al mundo
a la experiencia acumulada
y a las nuevas vivencias
al dolor cuando te dejan
y a la alegría cuando regresan
al espacio abierto
y al abrazo cerrado
a la risa profunda
y a la brisa ligera
a una noche de luna
y a un día soleado
a la vida tranquila
y a la vorágine del cambio
a los besos profundos
y a las suaves miradas
a las ganas de verte
y al descanso de esperarte
a escuchar tus suspiros
y a provocarte estertores
a vivir mi vida
y a darte la mano.
Abierta al mundo
a mi mundo, a tu mundo,
esperando que vuelvas a encontrame.
@Escritos
jueves, 20 de junio de 2013
Calmas mi sed
Eres como una fuente de la que siempre mana el agua fresca; porque
cuando siento sed, me revitalizas.
Fuente que limpia mis manos tantas veces cada día, limpia mis labios resecos de tanta palabra, limpia mis ojos y mi cara de las lágrimas saladas, limpia mis miedos producidos por las mentiras calladas, limpia mi cuerpo sudoroso después de la batalla.
Observo cómo los colores aparecen claros y nítidos cuando el agua de tu fuente lo limpia todo; cuando con tus palabras pones las cosas claras para mí, muy claras, y me expresas tu sentir de la manera más bonita que existe: demostrándome lo que se puede decir sin palabras.
Calmas mi sed entre las dunas y los duros soles del desierto. Me empujas suavemente pero sin descanso para que ande cada día a tu lado.
Me das la alegría de tenerte para que pueda seguir queriéndote y no morir en el intento.
Y cuando nos largamente nos abrazamos, como un tango, penetras por mi piel hasta lo más profundo de mi ser y me haces bailar al ritmo del bandoneón.
¡Eres a la vez tan complejo y tan sencillo, tan sereno y tan travieso, tan fuerte y tan complaciente, tan enérgico y tan dulce, tan desconocido y tan cercano!
Eres mi regalo sin envolver y como tal te siento, te toco, te vivo y te disfruto.
Y me siento feliz de estar contigo y de lograr cada día quererte un poco más. Solo falta que tú sepas para qué mana ese agua.
@Escritos
Fuente que limpia mis manos tantas veces cada día, limpia mis labios resecos de tanta palabra, limpia mis ojos y mi cara de las lágrimas saladas, limpia mis miedos producidos por las mentiras calladas, limpia mi cuerpo sudoroso después de la batalla.
Observo cómo los colores aparecen claros y nítidos cuando el agua de tu fuente lo limpia todo; cuando con tus palabras pones las cosas claras para mí, muy claras, y me expresas tu sentir de la manera más bonita que existe: demostrándome lo que se puede decir sin palabras.
Calmas mi sed entre las dunas y los duros soles del desierto. Me empujas suavemente pero sin descanso para que ande cada día a tu lado.
Me das la alegría de tenerte para que pueda seguir queriéndote y no morir en el intento.
Y cuando nos largamente nos abrazamos, como un tango, penetras por mi piel hasta lo más profundo de mi ser y me haces bailar al ritmo del bandoneón.
¡Eres a la vez tan complejo y tan sencillo, tan sereno y tan travieso, tan fuerte y tan complaciente, tan enérgico y tan dulce, tan desconocido y tan cercano!
Eres mi regalo sin envolver y como tal te siento, te toco, te vivo y te disfruto.
Y me siento feliz de estar contigo y de lograr cada día quererte un poco más. Solo falta que tú sepas para qué mana ese agua.
@Escritos
martes, 18 de junio de 2013
Reflejos de luna
La penumbra me acompañó mientras que las nubes que advertían lluvia ocultaban el faro natural de la noche. Pero hacía ya rato que la amenaza de agua se había ido y podía ver arriba, muy muy lejos, un reflejo mágico.
Redonda, blanca-plata, misteriosa, atrayente, completa. La luz femenina de la luna me mostraba el camino en la carretera embreada, entre la hilera casi perfecta de árboles oscuros y tupidos.
Pero yo veía algo más que luz, algo más que un planeta, algo más que un redondel iluminado.
Veía una invitación inequívoca a acercarme del todo a ti, porque el tiempo de hacerlo ya llegó. Igual que la luna llena culmina un proceso de gestación desde la luna nueva, así mi espera había terminado. No sé si tú lo tienes tan claro.
Veía tu cara reflejada en la luna, porque tenía la total certeza de que, en tu lejanía, tú estarías mirando también esa luna que a mí me hechizaba. Y me sonreías con tus ojos llenos de chispas mientras me abrazabas.
El plenilunio me atrapó: me hizo soñar de tal manera que se imponía una bajada a la tierra para poder seguir mi camino en medio de los árboles nocturnos.
Con el silencio de mi mente, empiezo a escuchar la música que sale de no sé dónde, mientras veo cómo las hadas de la noche bailan y oigo miles de voces dulces que cantan.
Quizá estoy loca,
quizá estás loco,
quizá estamos locos;
probablemente.
Pero alguien me dijo una vez, que la cordura no sirve para nada.
@Escritos
lunes, 17 de junio de 2013
La gaviota
Érase una vez una gaviota que vivía en la playa con sus compañeras. Los grandes acantilados y la lejanía de otras tierras le impedían saber qué había más allá de lo que veía todos los días: su playa y su mar.
Todas las mañanas, las gaviotas salían a volar durante horas por el ancho océano donde se buscaban la comida mientras disfrutaban del infinito azul.
Al atardecer, volvían a la playa donde descansaban de la dura jornada en la que sólo veían agua azul (o gris) y nubes blancas (o grises), -porque a veces el tiempo no era bueno y el paisaje blanquiazul se transformaba en sombras grises- pero había que seguir volando y buscar peces que comer.
Una mañana, nuestra gaviota, cansada de hacer siempre lo mismo y ya que le era imposible irse a otras tierras, decidió quedarse en la playa. Sus compañeras no entendían qué quería hacer, cómo iba a comer, cómo iba a resistir con las alas cerradas todo el día. Pero ella estaba decidida a quedarse. Y lo hizo ese día, y otro, y otro...
Se acostumbró a comer lo que se encontraba por la arena o lo que los bañistas se dejaban olvidado cerca de las papeleras, aunque a veces sufría mucho para poder llegar a coger la comida porque esos seres con dos piernas no le daban demasiadas facilidades.
Llegó un momento en el que la falta de costumbre de buscar peces y moluscos por el proceloso mar, de extender las alas y volar durante horas, le hizo olvidarse de cómo se hacía. Y el día que quiso hacerlo, no pudo.
Quiso vivir una vida distinta, más cómoda, haciendo su antojo y lo que había conseguido era no actuar como una gaviota, no parecer una gaviota, no querer ser gaviota, perder a sus compañeras de viaje gaviotas.
¡Pero era una gaviota! Y tenía que remontar el vuelo. Porque huir es tan sólo una manera de ver que no hay lugar donde posarse.
Una mañana se fue al acantilado. Vio el precipicio y pensó que no iba a poder hacerlo. Pero se lanzó, porque tenía la suerte de haber nacido con alas y tenía que usarlas.
Mientras caía en picado oyó la llamada del mar, -su mar- y los ánimos que, pese a todo, le daban sus hermanas gaviotas.
Sintió ganas, fuerza, alegría,
y abrió sus alas de par en par
y voló, voló, voló.
[La soledad es un estado que nos permite estar con nosotros mismos]
@Relatos
martes, 11 de junio de 2013
Paisajes de tu alma
En todos los viajes (cerca o lejos) que he hecho, mis ojos han visto muchos paisajes y algunos hasta los ha captado para siempre mi cámara.
Los he buscado en los mapas, en los planos, he visto carteles, indicadores, anuncios, letreros; señales inequívocas de que existen realmente.
Y los clasifico, los recuerdo, los recreo cuando vuelvo a ver esas fotos de lo que en su día atrapó mi cámara.
Pero nunca encontré ninguna pista sobre los paisajes de mi alma. No hay carreteras, ni caminos ni rutas que nos lleven a ellos, y sin embargo existen.
Son paisajes donde
el sol tiene el color de los amores escondidos,
el mar huele a tarde de verano con tormenta,
el campo se abre hasta el infinito salpicado de besos de colores,
la voz del amado suena a melodía susurrada al oído,
y las risas son el motor que mueve el mundo.
A veces son depósitos de nostalgia;
otras, reflejos de alegría;
otras, magia envuelta en noche;
otras, piel con piel;
otras, besos de lluvia;
otras, formas ambiguas perladas de luz indirecta;
las menos, dolores de heridas remendadas con puntadas sin hilo.
Pero nunca son objeto de mis fotografías, porque sé que si lo intentara, los paisajes del alma se esfumarían para siempre.
Ahí puedo viajar cuando quiera y es algo que, como no aparece en ningún mapa, nadie podrá nunca encontrar. Es mío y solo mío.
¿O no?
A veces, cuando la noche ya está bien entrada, me gusta cerrar los ojos, dejar mi mente vagar por el fondo de mi alma y sacar de paseo cosas que no se ven a menos que yo quite la alarma.
Y es una buena cosa para entregarme, para invitar a quien me acompaña por el camino de la vida cotidiana a conocer el fondo de mis entrañas. Porque la belleza de esos paisajes que todos tenemos dentro, la podemos mostrar a través del espejo de nuestra mente, en forma de sentidas palabras, inckluso a veces acompañadas de dulces lágrimas.
Porque no hay señal de amistad más profunda que regalarle a alguien los paisajes de tu alma.
¿Te atreves?
@Escritos
lunes, 10 de junio de 2013
Es hoy
Duerme.
En el aire, sonidos leves de campanillas que van y vienen por la habitación. Ruidos casi imperceptibles para el oído humano pero que conforman una música hipnótica.
Mientras, Darabita está trabajando sin descanso para que por la mañana todo esté preparado:
pinta la luna con un pincel transparente,
hace un sol enorme con versos de colores,
acaricia sus sueños con su pasión ardiente,
rehace las horas de emociones fuertes.
Dispone todas estas cosas con ahínco hasta que llegue el momento de encender las luces de su amanecer, impregnando el aire de olores.
Prepara la escena sosegadamente, sin inmutarse, como si ese aire nocturno y fresco no le trajera su aroma; como si no dijera su nombre en cada palabra y casi sin despegar los labios; como si no le acompañara siempre su voz; como si la ternura no estuviera siempre vestida con su ropa.
Y quisiera decirnos en el lenguaje de las hadas cómo es de bonito sentirle a su lado y escuchar su voz cercana y amiga; saberse esperada; saberse querida aún en la distancia de años y años sin saber que estaba, sin saber quién era.
Nos podría hablar, si no fuera un secreto, de su cuerpo tibio que rozó tantos momentos y de todo el amor que siente, como un muro de piedra que obliga al silencio.
Porque la memoria no calla; recuerda, como yo recuerdo, todas las palabras; las leo y releo, temblando y sonriendo; tarareo canciones que, a través del tiempo, nos dibujan a nosotros y dibujan este clandestino y sin embargo inocente sentimiento.
Todo está en silencio porque su mente descansa. De pronto, los ojos se le abren como un resorte y se queda mirando la nada oscura de la noche.
Es un día especial y nota en el ambiente de la mañana un no sé qué, como si alguien le hubiera preparado una fiesta pero en la que, en vez de comida y bebidas, hay confetis de sentimientos y grandes cajas con lazos de colores llenas de millones de pequeños pensamientos.
¡Feliz cumpleaños!
Darabita revolotea sin hacer ruido por encima de su cabeza y al pasar cerca de su oreja murmulla a muy bajos decibelios: ¡Cuánto amor, sin que lo sepas, hoy te estoy regalando!
@Darabita
En el aire, sonidos leves de campanillas que van y vienen por la habitación. Ruidos casi imperceptibles para el oído humano pero que conforman una música hipnótica.
Mientras, Darabita está trabajando sin descanso para que por la mañana todo esté preparado:
pinta la luna con un pincel transparente,
hace un sol enorme con versos de colores,
acaricia sus sueños con su pasión ardiente,
rehace las horas de emociones fuertes.
Dispone todas estas cosas con ahínco hasta que llegue el momento de encender las luces de su amanecer, impregnando el aire de olores.
Prepara la escena sosegadamente, sin inmutarse, como si ese aire nocturno y fresco no le trajera su aroma; como si no dijera su nombre en cada palabra y casi sin despegar los labios; como si no le acompañara siempre su voz; como si la ternura no estuviera siempre vestida con su ropa.
Y quisiera decirnos en el lenguaje de las hadas cómo es de bonito sentirle a su lado y escuchar su voz cercana y amiga; saberse esperada; saberse querida aún en la distancia de años y años sin saber que estaba, sin saber quién era.
Nos podría hablar, si no fuera un secreto, de su cuerpo tibio que rozó tantos momentos y de todo el amor que siente, como un muro de piedra que obliga al silencio.
Porque la memoria no calla; recuerda, como yo recuerdo, todas las palabras; las leo y releo, temblando y sonriendo; tarareo canciones que, a través del tiempo, nos dibujan a nosotros y dibujan este clandestino y sin embargo inocente sentimiento.
Todo está en silencio porque su mente descansa. De pronto, los ojos se le abren como un resorte y se queda mirando la nada oscura de la noche.
Es un día especial y nota en el ambiente de la mañana un no sé qué, como si alguien le hubiera preparado una fiesta pero en la que, en vez de comida y bebidas, hay confetis de sentimientos y grandes cajas con lazos de colores llenas de millones de pequeños pensamientos.
¡Feliz cumpleaños!
Darabita revolotea sin hacer ruido por encima de su cabeza y al pasar cerca de su oreja murmulla a muy bajos decibelios: ¡Cuánto amor, sin que lo sepas, hoy te estoy regalando!
@Darabita
sábado, 8 de junio de 2013
Jardín en el fondo del mar
Me gustaría vivir en un jardín en el fondo del mar.
Un jardín regado con agua salada.
Jardín en el que cuanto más hondo estés, más firme.
Jardín sin árboles. Jardín con madréporas y corales.
Adornado de colores y salpicado de conchas de nácar.
Profundidades azules, con reflejos de estrellas.
Con hadas de alas transparentes.
Un jardín donde no se pasea, sino que se nada.
Donde siempre hay burbujas de aire que suben y suben.
Un jardín hecho de sueños y de esperanzas.
Y en el que de noche, cuando fuera todos duermen, un pez globo viene a saludarme.
@Darabita
domingo, 2 de junio de 2013
Luz plomiza
Aunque me encanta la luz y el color, también disfruto los días grises.
Esos días en los que la playa entera tiene un color perla, desvaído, descolorido o de color apagado. Días en los que parece que el agua ha perdido la fuerza y el vigor.
Me gusta ver el cielo sin sol ni luna; sólo nubes grises que tapan el astro rey y que dan una imagen de paisaje irreal al mismo mar que en días soleados nos devuelve chispas de luz en forma de reflejos.
Saboreo esa luz plomiza que se extiende ante mis ojos y me obliga a ver las cosas de otra manera.
Suspiro, me lleno el alma de aire y puedo mirar a lo lejos porque no tengo sol que me lo impida.
Noto el agua flotando en mi mente abandonada porque estoy disfrutando del silencio, de la melodía de una tarde otoñal en la que lo cotidiano hace su entrada en mi corazón sin ningún esfuerzo.
Y entonces...dejo vagar mis pensamientos, envueltos como para regalo en los velos de la luz plomiza que tiene un cielo a punto de derrumbarse, y pienso que tanta belleza no puede existir en vano.
Sencillamente, no puede.
@Escritos
Esos días en los que la playa entera tiene un color perla, desvaído, descolorido o de color apagado. Días en los que parece que el agua ha perdido la fuerza y el vigor.
Me gusta ver el cielo sin sol ni luna; sólo nubes grises que tapan el astro rey y que dan una imagen de paisaje irreal al mismo mar que en días soleados nos devuelve chispas de luz en forma de reflejos.
Saboreo esa luz plomiza que se extiende ante mis ojos y me obliga a ver las cosas de otra manera.
Suspiro, me lleno el alma de aire y puedo mirar a lo lejos porque no tengo sol que me lo impida.
Noto el agua flotando en mi mente abandonada porque estoy disfrutando del silencio, de la melodía de una tarde otoñal en la que lo cotidiano hace su entrada en mi corazón sin ningún esfuerzo.
Y entonces...dejo vagar mis pensamientos, envueltos como para regalo en los velos de la luz plomiza que tiene un cielo a punto de derrumbarse, y pienso que tanta belleza no puede existir en vano.
Sencillamente, no puede.
@Escritos
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