Al verlo, piensas que es uno de esos correos que llegan a cientos y que no valen para nada más que para llenar la papelera de reciclaje. Y aunque no sabes muy bien por qué, lo abres.
Te encuentras con un mapa de una zona que reconoces. Un lugar al que has ido muchas veces y en el que no puedes pensar que haya nada especial, más que árboles, pájaros, flores de colores y alguna que otra ardilla. Identificas el camino que hay al lado del río, el puente de piedra, la zona de árboles replantados, una caseta a medio derruir. Más allá, la casa grande hoy abandonada, la piscina natural (aquella en la que tantas veces de niño te bañaste y hoy está llena de piedras y lodo), el pozo seco, el gran olmo...y ves una cruz grande pintada en rojo y junto a ella la palabra "TESORO".
Piensas durante un rato qué hacer: ir a recorrer ese camino y buscar algo etéreo o eliminar el mapa y el mensaje. Porque seguro que es una broma de cualquier amigo, o una técnica publicitaria para venderte algo. Pero ¿y si fuera verdad? ¿y si en aquel paraje tan conocido y tantas veces recorrido antaño hubiera ahora un tesoro? ¿y si hubiera estado siempre tan cerca y no lo hubieras visto nunca porque nadie te lo hizo ver?
Después de darle muchas vueltas, te lanzas a la búsqueda. En todo caso no pierdes nada y puede ser una buena excusa para dar un paseo al aire libre.
Por supuesto, no dices nada a nadie, no vaya a ser que piensen que estás loco, pero coges el coche y te acercas hasta el lugar que tantas veces recorriste en bicicleta.
Cuando llegas al camino rural dejas el coche y empiezas a ascender, despacio, observando cada uno de los detalles de ese paisaje por el que has pasado tantas veces sin hacerle caso a los detalles. Comienzas a notar la dificultad del terreno y mientras vas avanzando y encontrando cada una de las pistas del mapa, piensas: ¿pero qué estaré haciendo aquí?. Vas con mucho sosiego, aunque parecería que deberías ir ansioso por encontrar el preciado tesoro; pero te invade la tranquilidad. Pisas terreno conocido.
Parece que por fin llegas al lugar que te marca el mapa: tres pasos a la derecha del olmo, una vuelta hacia el oeste y cuatro pasos más al norte (menos mal que sabes guiarte por el sol y no necesitas brújula).
En ese punto, tras una tupida cortina de hojas verdes y blancas, la tierra estaba removida como si alguien hubiera cavado recientemente. Tus manos buscan-ahora sí con impaciencia- y das con un pequeño cofre de esos de tapa redonda y llave de tubo (un auténtico cofre del tesoro).
Al abrir el cofre, supiste que, por fin, habías encontrado un tesoro: tu tesoro.
Dentro, aquello que siempre has sabido que estaba allí y que antes no habías considerado como una riqueza, hasta que alguien te ha hecho ir a buscarlo mandándote un mapa.
Porque a veces tenemos tesoros tan cerca, que no somos capaces de verlos. Quizá porque nos acostumbramos a tenerlo y nos parece de lo más normal que sea nuestro.
Ojalá todos sepamos encontrar nuestro tesoro.
@Escritos
La decisión de buscar es tanto o mas importante que encontrar. Y muchas veces solo es necesario levantar la vista. Me has hecho pensar. Saltos y brincos
ResponderEliminarA veces tenemos que pensar. No por nada, sino por ser conscientes de todo lo que tenemos.
EliminarEl tesoro era esa naturaleza o paisaje o rio o árbol, etc que de verlos a menudo ya ni apreciamos. Y lo mismo nos sucede con ese cariño o amistad o compañia que nos dan,y que tampoco apreciamos, y así podíamos seguir con más cosas...
ResponderEliminarInteligente relato, Beatríz.
Un fuerte abrazo.
Tenemos que hacer balance de lo que tenemos y creemos que tenemos: siempre gana lo primero
EliminarAsí es Beatriz, estoy completamente de acuerdo contigo. Hay grandes tesoros, esos que a la vista y que tenemos tan cerca pasan desapercibidos, porque pienso que no sabemos miran con el alma ni con el corazón, en cierta manera este ritmo frenético de vida nos ha deshumanizado un poco o un mucho, depende del caso.
ResponderEliminarMe alegra que tu lo encontrarás y me alegra que lo compartas con los que te leemos entre letras y sentires
Un abrazo
pd) Espero que tu estancia fuese grata.
Mi estancia fue deliciosa. Para el cuerpo y para el alma.
EliminarVolveré, seguro
Mi querida Beatriz, creo que yo soy una gran afortunada, tengo la llave del cofre de LOS TESOROS, cada uno de vosotros cuando os leo y si además me gusta y me hace soñar o ilusionarme imaginado lo que escribís pues imaginate.
ResponderEliminarMe definiría como persona extramadamente romántica, y siempre que vengo a tu rincón y leo, encuentro un gran tesoro ......tus letras.
Un beso lleno de cariño.
pd) Me encanta tenerte de nuevo entre nosotros besitos.
Eres rica, desde luego, con tanto tesoro. Pero sobre todo, por darte cuenta de que lo son, ya que a veces nos los valoramos.
EliminarDisculpa Beatriz, se me ha olvidado preguntarte y darte mis saludos para que se los entregues a DARABITA, besitos tambien para ella. ( ji.ji.ji. )
ResponderEliminarDarabita se prepara para nuevas aventuras de los sentidos. Pronto la traeré para acá...
EliminarBeatriz, en cierta manera, y de tu mano, lo hemos encontrado.
ResponderEliminarPensamos que los tesoros están en tierras lejanas y no, los tenemos a nuestro lado.
Un abrazo,
Y a veces ni siquiera están enterrados. ¡Qué poco vemos!
EliminarMuy bonito Beatriz, en muy poquitas líneas has dicho lo que a Coelho le cuesta una novela.
ResponderEliminarJajaja. Ya me gustaría poder escribir una novela. Mi imaginación no da para tanto.
EliminarEn eso he mejorado mucho.
ResponderEliminarValoro lo que tengo.
Besos.
Eso es fantástico, Toro. A mucha gente le cuesta toda una vida
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