Abro los ojos lentamente.
Aún no hay luz, pero cuando mi vista se
acostumbra a la oscuridad de la habitación, empiezo a ver detalles.
Te
observo: callado, con una leve sonrisa pintada en tu cara, tranquilo, y con los
ojos muy abiertos porque ya de antes, tú me estabas mirando.
Y entonces siento que
no hace falta decir nada para comunicarse.
No sé si noto lo que me dices
o sólo me lo imagino. Pero sé que la corriente que me invade por dentro es señal
de lo que yo comprendo cuando vislumbro lo que pienso que me estás
diciendo.
Sentir, es algo exquisito. Pero ser consciente de que se
siente, es divino.
Así empieza el día, espero que uno de tantos, en el
que lo primero que veo es la sonrisa que alegra tu cara, y en el que sigo
soñando aunque esté despierta, cuántas maneras de sentir que te quiero puedo ir
acumulando. Lo siento como la lluvia que cae gotita a gotita, despacio, mojando
poco a poco hasta lograr empaparte.
El baúl de los sentidos se va llenando; revuelvo en su interior para buscar lo que guardé hace años y compruebo que todo sigue como aquellos días en los que un conjuro unió nuestras vidas, y unos fuegos las sellaron.
@Escritos
Disfrutad de esa magia.
ResponderEliminarNo dejéis que nada la marchite.