Abrir los ojos y ver tu calor al otro lado de la cama.
Escuchar tu aliento cerca de mis ojos aún cansados.
Oler tu presencia callada.
Tocar tus buenos días sin apenas rozarte.
Saborear tus deseos con mantequilla y mermelada.
Esta es la fiesta de los sentidos en un despertar cotidiano, cuando la noche antes me dejas tus sueños al alcance de la mano.