viernes, 14 de noviembre de 2014

Dame la mano



Me refugio en ti. Me das la seguridad que tenía cuando, siendo niña, le daba la mano a mi padre. Esa mano grande y esa sensación de confianza en el momento en que empezaba a dar mis primeros pasos por la vida.

Aprendes a andar lentamente, paso a paso, y vas afianzando tu caminar. Y cuando ya sabes avanzar con convicción, puedes aprender incluso a correr.

Y a veces vacilamos al dar un paso y parece que perdemos el ritmo de la marcha. Ante esto, no hay más que seguir andando. Y aunque desde atrás se nos vea dando tumbos, es importante que lo hagamos; un pie detrás del otro, una pisada y otra, un esfuerzo aunque inconsciente sin descanso. Porque estamos recorriendo el camino que nos lleva más allá del arco iris.

Hoy quería que supieras que en este viaje, me gusta llevarte al lado. Me gusta saber que estás ahí para darme tu mano cuando me canse, cuando me caiga, o simplemente, cuando me apetezca estar bien y sentir la calidez de tu palma en la mía.

Dame tu mano, siente el calor que transmite la mía, párate conmigo a la vera de este camino que estamos explorando y disfrutemos del paisaje colorido. Que lo que entra por tus ojos se traspase a los míos; que lo que tú oigas sea lo que yo percibo; que cuando tú inspires, mi respiración se ajuste perfectamente a la tuya; que lo que tú sientas llegue hasta mi corazón con impulsos mágicos; que lo que sueñas para ti, sea parte de mi realidad.

Porque queramos o no, al darnos la mano, el contacto entre tu piel y mi piel será la corriente que nos una.








@Escritos

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