miércoles, 27 de noviembre de 2013

Mimosa


Noche cerrada, ruidos amortiguados, sombras que recortan el paisaje, aire pesado y nublado.

La ciudad duerme a ratos.
Con los ojos pesados por el cansancio, se relaja.
La respiración se acompasa con los sonidos de la madrugada.

Silencio, oscuridad, paz y relajo.


A lo lejos, se oye un rumor de cascabeles desentonados.
Las ventanas encienden sus luces como si fueran estrellas cercanas.
La vigilia se apodera de las miradas.
Luces verdes, rojas y anaranjadas bailan una danza velada.


Todo en calma.


Cuando el sol despierta la mañana, la vida se abre paso entre las almohadas blandas.
Retiro la noche de tu cara a golpe de besos suaves y frescos.
Con tus manos aun dormidas acaricias mi espalda mansa.
La corriente me traspasa y la sorpresa se instala en mi pereza temprana.


Susurros, reflejos, nervio y vida.


Es mediodía en la cama y aún no ha amanecido tras las ventanas.









@Escritos

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Todo puede ser



El frío arreciaba al aire libre.

El pañuelo se enroscó en el cuello como si fuera una boa atrapando a su presa. Las manos hasta ahora calientes se convirtieron en helados dedos agarrados al calor del cuerpo ajeno. El viento soplaba con fuerza y a rachas de esas que te desconciertan porque cuando aprendes a esquivarlo de frente te viene por detrás a traición.

Toda la atención estaba en sortear el embate del crudo invierno; no había sitio en su cabeza para nada más.


Abrir la puerta de casa le costó un rato porque parecía que la llave que siempre entraba suavemente había decidido no encajar en su sitio. Por fin dentro, el golpe de calor la paralizó durante unos segundos que se hicieron eternos. Al refugio de la calle todo parecía más leve. La boa de colores se fue desenrollando; las capas de telas que le daban abrigo cayeron como hojas de árboles caducos; la piel pálida, fría y seca cogía calor suave y color intenso.


Esas eran las noches en las que las hadas del viento se colaban en las casas al abrigo de los hielos. Llevaban los deseos que no están permitidos pero son buenos, enganchados a las alas y las ganas de vivirlos, en la punta de sus leves pañuelos. Ella lo sabía y por eso, ya calmada, se decidió a esperarlas.


El tiempo pasa. Los minutos se acumulan en el calendario de sus vivencias. Soñolienta, acurrucada bajo el suave edredón, oía el ulular del viento, olía el humo de los troncos ardiendo, veía el resplandor del fuego en movimiento, sentía...Sentía que la paz se iba apoderando de ella sin remedio.







Un escalofrío de placer recorrió su cuerpo y los ojos se le abrieron. Quizá se durmió y soñó, quizá su pensamiento salió por un momento de su cerebro, o quizá es que realmente un hada del viento la rozó con sus pañuelos y eso le había despertado sus inconfesables y placenteros deseos.










@Darabita


jueves, 14 de noviembre de 2013

Horas mágicas


El corazón suspira exhausto de tanto vagar. Busca un lugar donde finalmente pararse y poder descansar, pero a la vez, no puede dejar de caminar.
 
Cada noche vuelven los sueños a cabalgar; unas veces al trote y otras al galope, pero siempre sin parar. Y le cuenta a las estrellas cada una de las preocupaciones que no le dejan descansar.
 




Darabita, viendo esos ríos de pensamientos más negros que el cielo nocturno que salen por la ventana, decide usar un poco de su polvo de estrellas "anti-inquietudes".

Despacio, sobrevuela por su cabeza y se mete entre las almohadas, mientras decide las escenas que transmitirá a su mente sin necesidad de cables ni wifi:
 
Paisajes de montes de espuma helada, de ríos de aguas cristalinas, de suaves besos de viento que pulen la roca blanca, de árboles que dan sombra al retoño salido de una simple semilla fecundada. Un oasis en medio de la nada.

Paseos por playas de arena fina y de aguas bravas y al segundo, se encuentra en lo alto de una montaña.


Buceos por entre pulpos de patas largas y sirenas de melenas coloreadas y al minuto, vuela con alas de cristal abrigado por una espesa bufanda.

Criaturas ficticias que hablan e inventos imposibles que naufragan, dan el toque de locura a la dicha de estar en el mundo de los sueños y las fantasías desbocadas.
 
Nada está de más. Todo tiene su razón de ser en esas historias jamás contadas.
 
 
 

Y estos son los sueños de colores que desplazan al negro cuando Darabita se pone en marcha. Si tú crees en la magia, volverán cada noche a asomarse a tu cama y a quererse quedar, aun con los ojos abiertos, al llegar la mañana.




Siempre hay alguien que hace que con su luz todo vuelva a su lugar y que, cuando sueñas, el tiempo se transforme en horas mágicas.









@Darabita
 
 

martes, 5 de noviembre de 2013

Fuego y agua

Tu piel quemaba mis manos mientras te recorría despacio.

Tus ojos me escrutaron sin que yo me diera cuenta porque mi atención estaba muy lejos: aires de noches de verano, dulces olores a incienso, bálsamos de textura aceitosa y música dulzona de oriente.

Mi cuerpo danzaba ese baile que no tiene nombre porque sólo es dejarse llevar por el viento que sopla cerca. Movimientos felinos a dos patas, olas marinas sin agua, campos de trigo despojados de grano, rayos de sol que se transforman en colores, telas ondeando debajo del mañana.

Te acompaño a la entrada del mundo de los sueños. Te llevo despacio con el movimiento de mis dedos que escrutan tu dermis, con mi respiración pausada que te hace sentir sopor verdadero, con mi calor y mi escarcha que se unen en un infernal juego.

Soy capaz de subirte al cielo y dejarte allí suspendido para bajarte de nuevo al suelo donde tienes acceso a mi cuerpo.

Cómprame un trozo de cielo donde podamos retozar tranquilos, donde pueda apoyar mi cabeza en tu pecho, donde tenga un respiro para poner en la mesa copas llenas de buen vino, donde el agua se nos escape a chorros tras los cristales, donde tenga sitio para dejar mis sentidos y todo sea empezar cada mañana con el desayuno en la cama.








@Escritos