Érase una vez un genio travieso, de esos que llevan en
la lámpara millones de años pero siguen siendo juguetones como niños pequeños.
No era consciente de toda la magia que tenía dentro,
porque se negaba a sí mismo la oportunidad de salir de la seguridad del latón
envejecido.
Solo las noches de luna llena, cuando todos dormían, se
quitaba las babuchas y estiraba las piernas vestidas de seda roja.
El turbante desliado le servía para atar 4 ó 5 estrellas
que le hacían de linterna. Y con el felpudo se procuraba una alfombra mágica
que, volando, le llevaba a colarse en los sueños de las niñas bonitas del
reino.
Y las caritas de ilusión que se veían por la mañana, solo
eran el reflejo de la satisfacción del genio por ser capaz de salir de la
comodidad de su agujero para entregarse a la felicidad que da la naturalidad de
ser auténtico.
¡Dulces sueños!
Inicio una serie de cuentecillos para antes de dormir que no pretenden más que prepararnos para poder soñar...aunque sea despiertos.
@Cuentos
Bonito cuento Beatriz. Seguro que luego ese geniecillo va cogiendo confianza y también visita los sueños de las menos bonitas. Un beso.
ResponderEliminarBeatriz no se como darte las gracias por estos cuentos maravillosos que me iluminan el rostro con una sonrisa, y me hacen sentir unas ganas tremendas de darte un besito abrazarte fuerte y desearte lo mejor.
ResponderEliminarDulces sueños querida Baetriz
Que bonito beatriz, tendrás que mandarme a ese genio de vez en cuando ya que tengo siempre unas pesadillas horribles y me levanto hecha polvo. Me he quedado con las ganas de saber más de ese genio!!!!
ResponderEliminarUn beso.
Pues es un cuentecillo bien bonito, y con moraleja!
ResponderEliminarFalta nos hace soñar un poquito.
Un abrazo.
Me gusta pensar que los duendes existen, más con esa magia.
ResponderEliminarBonito personaje.