Darabita revoloteaba nerviosamente sin saber dónde posarse.
No es que necesitara pararse, porque las hadas pueden estar en movimiento continuo, pero se notaba que el suyo era un vuelo perturbado.
Estaba a 844 metros sobre el nivel del mar, haciendo pasadas por encima de esa atalaya andalusí de vigilancia que llevaba allí desde el siglo IX, sin entender muy bien qué hacía allí. No era el lugar programado.
Hacía unos 8 meses le habían dicho que, hacia la luna nueva de noviembre, tendría que hacer un servicio. Pero aunque aún no había llegado ese momento, ya estaba recibiendo mensajes que le indicaban que debía ponerse en movimiento.
- ¡Pero si ni siquiera hemos pasado la luna llena de octubre!
- Bueno Darabita, son cambios de planes que a veces ocurren con los humanos.
Hay que decir que, aunque Darabita era un hada experimentada, hasta ahora nunca le habían encargado ocuparse de un retoño humano que se asomaba al mundo. (Porque por si no lo sabéis, la función primitiva de las hadas era aparecer en la casa donde iba a tener lugar un nacimiento para proteger a la parturienta y regalar un don al recién nacido).
Este había sido un encargo personal de alguien a quien le hubiera gustado estar presente en ese acontecimiento. Pero como él no podía estar, sabiendo de la especial relación de Darabita con la familia, se lo encomendó especialmente.
A las 11 de la mañana de un 18 de octubre, fuera del tiempo y del lugar inicialmente programados, Darabita hizo el primer regalo de su vida a un humano.
De pronto, se hizo la luz para la niña, que pasó de su pequeño y tranquilo nido a un mundo lleno de ruidos. Seguro que ella, asustada, pensó qué estaba pasando, por qué la sacaban de su dulce sueño y por qué tantas manos la tocaban a la vez. Hasta que Darabita, revoloteando de forma callada, le tocó la frente en forma de beso suave y le dejó el don que llevaba tanto tiempo preparando:
Sería capaz de reír y soñar un mundo de estrellas, de hadas, de duendes, un mundo feliz.
Un mundo de besos, de amores, de sonrisas de colores.
Un mundo de juegos, de letras, de mares con ballenas y castillos de arena.
De arrullos, de dulces, de labios de fresa, de hechizo en forma de piruleta.
Con este don, Clara encontrará la magia en cada uno de los detalles a su alrededor: cuando observe el cielo, contemple la luna, escuche a los pájaros, disfrute del aroma de las flores, cuente las estrellas, se deje mojar por el mar y sobre todo, cuando sueñe despierta mirando las nubes sobre su cabeza, en las que Darabita estará todas las noches escondida.
Mientras, en el cielo, habrá alguien feliz y orgulloso que sin separarse de ella nunca, cuidará de que no le pase nada, protegiéndola.
El amanecer de una vida es tan espectacular que no se puede explicar ni aunque uno quiera. Encierra una magia tan especial que ni siquiera las hadas son capaces de contar lo que se siente al ver por primera vez a quien, tan pequeño, mueve ya los hilos de muchas vidas.
@Escritos