Entre
los cerezos rebosantes de frutos rojos, un brillo intermitente llamaba la
atención.
El
movimiento era constante pero muy lento; hacía ochos cada vez más amplios, de
manera que iba recorriendo toda la superficie del árbol como si fuera una
guirnalda de espumillón de Navidad, pero en pleno mes de julio.
Si
alguien lo hubiera visto, sus ojos seguirían el desplazamiento como si
estuvieran hipnotizados y no pudieran dejar de mirar aunque quisieran,
pareciendo que se hacían ejercicios de relajación con la cabeza.
A
la vuelta de la esquina, en la parte delantera del jardín, los frutos recogidos
horas antes, se transformaban en confitura tras pasar por un cuidadoso proceso.
Desde el aire, una presencia callada observaba cómo se movían todos, y se
deleitaba percibiendo de qué color era la energía que despedían cada uno de
ellos desde su interior.
Todo
era actividad y alegría en medio de un día tormentoso.
Ahora,
el brillo intermitente revoloteaba alrededor de aquello que parecían mesas
hechas de tronco de roble con una cubierta de negra pizarra y que en realidad
eran antiguas colmenas muy bien conservadas. Dentro, protegidas del frío
durante el invierno o del fuerte calor del verano, las abejas
construyeron en su día sus panales de miel, que luego era recolectada.
Mientras las alas de Darabita no paraban de moverse,
ella curioseaba, descubría, avistaba: cerezas y abejas; árboles y colmenas; confitura
y miel.
El
hada Darabita, acostumbrada a provocar ilusiones, decidió que antes de que
finalizara el día tenía que dejar en el cielo, a la vista de todos, el regalo
más preciado de un día soleado que se moja.
Pidió
ayuda a las hadas del hayedo cercano y se puso manos a la obra.
En
un momento, gota aquí, gota allá, construyeron algo que nunca ha dejado de
parecer maravilloso a los ojos humanos, tomado en ocasiones como
portador de augurios, en otras como inspiración de leyenda y, siempre, como una
obra de arte digna de admirarse.
Al grito de ¡venid, mirad!, se asomaron todos al
balcón del piso alto, y situados entre el sol y la lluvia de gotas esféricas, contemplaron
dos arcos de colores en el cielo (el primario y el secundario) que nunca
podrían llegar a tocar porque el arcoíris es solo un fantasma, una imagen. El
trabajo de las hadas, colocando las gotas justas en el sitio adecuado,
provocaba que cada uno de los presentes viera su propio arcoíris porque al
mirar hacia él “solo” vemos luz dispersada por diferentes gotas de agua y cada
cual ve distintas gotas.
Además, como el sol ya estaba bajo, la cresta del arco
iris era muy alta; todo un espectáculo final para el inicio de una singladura
hacia el éxito de un sueño.
Darabita siguió durante un buen rato revoloteando por
encima de sus cabezas, pero nadie la vio porque estaban todos extasiados
disfrutando de esos colores en el cielo que estaban uniendo, sin saberlo, el
tesoro fantástico que encerraba esa casa: la ilusión de unir para siempre cerezasy miel.
@Darabita
Una foto magnifica, me he puesto las gafas para buscar a Darabita, imposible verla, solo sentirla. Saltos y brincos
ResponderEliminarbeautiful blog kisses albert
ResponderEliminarPues ya no nos falta casi nada, poco a poco vamos teniendo las cosas a punto, vamos preparando todo para arrancar: la comodidad... la funcionalidad... la estética... la versatilidad... y ahora también tenemos la magia, la inmensa magia de la pequeña Darabita, ¿qué más podríamos necesitar o desear? Con estos detalles ¿qué más puede faltarnos? Bueno, sí, una cosa... los clientes, clientes satisfechos, encantados de disfrutar de la ilusión de unir para siempre cerezas y miel. Darabita, ¿me concedes este deseo, porfa?
ResponderEliminarLas cerezas, cultivadas de forma
ResponderEliminarnatural y utilizadas en su momento
óptimo de maduración como alimento,
nada les falta, para ser exquisitas.
El trabajo de las abejas, es indis-
pensable para la buena polonización
de los cerezos cuando están en floración.
El arcoiris nada tiene que ver con
las abejas y la miel.
Cerezas y miel. Sabor dulce, color de alegría. Arcoíris mágico. Amigos. Paz y sosiego. Solo se me ocurren listas de palabras bonitas para describir las sensaciones de felicidad que recibo. Besos y achuchones a montones. Lola.
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