martes, 18 de septiembre de 2018

Aire, sol y vida

El suelo crujía bajo mis pasos descalzos. Maderas viejas rejuvenecidas con mimo y adornadas con trajes de gala.

Al fondo, la ventana; ese trozo de luz sin cable que nos da la vida por la mañana y nos permite vislumbrar estrellas en el cielo oscuro de la noche clara.

Manzanas que cantan los buenos días, felinos que juegan al escondite, hortensias coloreadas mojadas de rocío.

El aire fresco de la alborada nos recarga los pulmones de energías renovadas; alimentos de la tierra nos llenan la barriga y pensamientos enardecidos nos conquistan el alma.

A lo lejos, las montañas. Trozos de líneas a veces picudas, a veces redondeadas. Moles de piedras amontonadas rellenas de historias en mil ocasiones contadas.

Te encuentras solo en un mundo inmenso de espacios abiertos. Te sientes pequeño entre la inmensidad de espacio sin nada de nada. Te aturdes sin contar el tiempo que queda hasta la próxima parada.



Y a mi lado, tu mirada franca; tu risa escondida debajo de la almohada; tu olor picante, extrovertido y seductor; tu música cauta que refleja melodías encantadas; tus manos cálidas que delatan tus ansias de tenerme atrapada; tu gesto amable de darme el mundo por el que piso; tus palabras graves de bajos dorados al sol cálido del otoño; tu entrega generosa a la causa de disfrutar de aquello que, sin grandes alharacas, nos hace ser felices sin costarnos nada.



¿Qué hice tan mal para que también esto se me escapara?

@Escritos

1 comentario:

  1. Te entregas en tus escritos, pones no solo la ilusión tambien el alma y los rompes al final cuando tambien estábamos ilusionados. Un abrazo

    ResponderEliminar

Me harías feliz si dejaras aquí algo