miércoles, 2 de diciembre de 2015

Renacer de la nada

Siento el otoño entrar e instalarse.
Veo mudarse de vida las ramas
y mientras estas quedan desnudas,
veo llenarse de ocres la calzada.

El viento mece la polifonía de colores
queriendo alfombrar el suelo de trozos de vida agotada.
Pero como una dama recatada que se resiste a ser desnudada,
algunas hojas no quieren caer y siguen ondeando en su rama.

Rejas altas y puntiagudas como las lanzas de los guardias de corps que antaño pasearon por las calles, cuidan de intrusos el corazón de la tranquila ciudad.

Hileras de árboles que explican calladas qué es la perspectiva.
Trazos de líneas imaginarias hechas con informes volúmenes.

Y al fondo, el palacio; punto final de una larga vista encuadrada.
Piedras calladas que guardan historias mil veces plasmadas.
La vida de los nobles detrás de las ventanas.

Y donde comemos a la luz de las altas lámparas,
resuenan al cerrar los ojos los relinchos de la caballería
entre el colorido de las mantas y los penachos de los alabarderos,
mientras que la tahona da calor a la estancia.

Épocas antiguas que imaginamos por las piedras:
adoquines en el suelo,
fachadas sobrias en contraste con la riqueza de los arqueados patios interiores con rumor de aguas,
galerías abovedadas.

Mientras siento el color, el olor y el sabor de las épocas pasadas,
vivo mi vida a ritmo acelerado.
Pero no dejo de guardar en mi mente (en los ratos que le robo a las prisas),
las imágenes que invento,
las historias que imagino,
las vidas que me acompañan y me hablan.

Y me asomo curiosa a los jardines del XVIII entre los que el alma se tranquiliza al ritmo de un vagabundeo con sonido y luz de mediodía otoñal.
Porque huele a tierra y humo, a roble, a tilo, a castaño y a jara.
Y porque el agua de las fuentes te lleva a la época en que Saturno veía bañarse a Diana.

Plomo pintado de bronce,
estatuas de mármol blanco,
ocho cuadrados cristales en cada ventana,
marcos verdes de grandes estancias.
Siempre reflejo de vidas pasadas.




A veces somos hojas que cambiamos de estancia y, despistados, volamos hasta en el firme posarnos.
Otras somos el tronco que necesita despojarse del marrón sin vida que le quita fuerzas para volver a nacer de la nada.

3 comentarios:

  1. Bello , melancólico, lleno de otoño y de hojas caidas. descriptivo y paseante, pero sin la Luz que me tienes acostumbrada ¿¿ estas bien Beatriz??
    Un fuerte abrazo, lleno de cariño

    ResponderEliminar
  2. Bello , melancólico, lleno de otoño y de hojas caidas. descriptivo y paseante, pero sin la Luz que me tienes acostumbrada ¿¿ estas bien Beatriz??
    Un fuerte abrazo, lleno de cariño

    ResponderEliminar
  3. No dejes de robarle ratos a las prisas y sigue escribiendo para deleite nuestro. Abrazos

    ResponderEliminar

Me harías feliz si dejaras aquí algo