Darabita agita las alitas muy deprisa y con mucha fuerza,
pero sin moverse del sitio. A veces le parecía que el aire flotaba demasiado,
que el viento soplaba con mucha fuerza y que el cielo estaba muy cerca de su
cabeza. Porque tenía todos sus sentidos desplegados y todo se magnificaba.
Y se oyó a sí misma preguntándose si tendría que ir vestida
de alguna forma especial, si llegaría a tiempo a un lugar que no conocía o si
lograría volar entre las personas invitadas sin ser vista.
Porque cada vez le era más difícil pasar inadvertida. Muchos
sabían ya de su existencia e imaginaban que estaría presente en un día tan
especial, así que estaban al acecho.
Pensaba, porque las hadas piensan mucho, que le encantaba la
misión que le habían encomendado esta vez. Hoy no era un nacimiento como las
últimas seis veces, aunque en cierta manera era el inicio, al menos oficial, de
algo nuevo.
Observó a su alrededor y, en un milisegundo, vio muchas
cosas. Tantas, que tuvo que pararse un momento a ordenarlas:
Tierra fértil que nos sostiene y que hace
crecer la vida.
Fuego que embruja las noches, que sana,
que alumbra.
Aire que revuelve los pensamientos en su
justa medida.
Agua que calma la sed, que riega, que
limpia.
Elementos
del mundo físico.
Pero
también percibió:
Rayos de
sol que calientan por dentro.
Sonrisas
sinceras que transportan a un mundo de ilusión.
Miradas en
las que se nota el reflejo del alma.
Abrazos que
transportan hasta el fondo de otra dimensión.
Besos que
no se deshacen con nada.
Y llegó su
momento. Llevaba mucho tiempo pensando cuál sería su regalo para este día
especial. Sabía, porque las hadas también saben muchas cosas, que María e Iván iban
a recibir bonitos dones cargados de magia humana:
Amistad,
Confianza, Compromiso, Amor, Pasión, Respeto, Valentía, Sueños cumplidos,
Sentido del humor, Aceptación uno del otro, Libertad personal,
Ilusión…
Así que ya
quedaban pocas cosas para regalar. Pero se acordó de que ella realmente
era maga.
Justo
ahora, revoloteando por encima de sus cabezas, Darabita otorga su don a María e
Iván. Con un leve toque, les concede ser capaces de vivir…
Momentos de disfrute de esa compañía que les encanta;
de darse los buenos días sin pensar en el mañana;
de sentir que se quieren aun en la distancia; de transformar un día cualquiera en una bonita jornada;
de sentir que están cerca;
de saber que uno es para el otro un faro en las noches oscuras;
de dibujar el diario de sus vidas con colores;
de empezar el día con una sonrisa en la cara;
de dar cada vez más pasos por el mismo camino;
de hacer que esa bonita familia con 3 soles brille siempre;
momentos de hacer que Aiún, Adai y Arián se transformen para todos en vitaminas para el alma.
Con este don, podrán seguir creciendo y reforzando todo lo
que hasta ahora, paso a paso, juntos han creado.
Darabita, satisfecha, vuela lejos a su mundo imaginario donde
la soledad se disipa porque hay gente que aun sueña con ella y cree firmemente
en las hadas. Hadas que traen la magia de quien, aunque no vemos, está aquí en nuestro
recuerdo y siempre nos acompaña.